jueves, 30 de diciembre de 2010

Político regalo en navidad y año nuevo

Altar Mayor, Catedral de San Pedro, Matagalpa.

El regalo proveniente de un político deshonesto es el más desagradable que le pueden entregar a un nicaragüense amante de la libertad y el justo derecho, opuesto a la corrupción, rebelde ante el absolutismo civil y militar, inconforme con la miseria conceptual y material dominante en el país.

Desprecia el donativo de los políticos quien se considera libre de pensar y actuar, decidir por su vida, rechazando vejámenes, pues le ofende desconozcan sus derechos. La injusticia genera resentimiento y -a largo plazo- se puede convertir en rencor y energía liberadora. El sometimiento del individuo es antagónico a la condición humana pensante.

Si en la balanza colocamos bienestar y miseria, los políticos han brindado más navidades injustas que placenteras a la mayoría de la sociedad; la pobreza de la mayoría es real, no es ganas de injuriar. Cada año nuevo gira sobre la misma esperanza: bienestar y riqueza material.

Sin embargo, quienes han manejado el Estado, pretenden convencernos que la persona trae su destino al nacer. Niegan que la formación cognoscitiva y la conducta están determinadas por una suma de factores, los cuales no voy a reiterar pretendiendo aproximarme a la personalidad.

El nicaragüense no es pobre por naturaleza. La mayoría de nicaragüenses padecen miseria por dos circunstancias: honradez o incapacidad. El poder político ha fomentado ambas. La ideología oficial, en la historia del país, ha cimentado tales ejes para forjarnos la cultura nacional.

“Soy pobre pero honrado” es uno de los preceptos para la servidumbre; aunque ideal sería escuchar: “Soy rico pero honrado”. El otro lema: “Son brutos esos indios jodidos”, podría también ser: “Son brutos esos adinerados”. El nuevo lema para la cultura nacional: “El pueblo presidente”, reitera el manipulado concepto republicano o democrático, pues el pueblo nunca manda porque le consideran incapaz de regir su destino.

Ellos y ellas se regalan abundancia

De tal manera, los políticos, familiares, amigos, y servidumbre leal, han obtenido libertades y derechos muy particulares, con privilegios en el proceso judicial que muy pocas veces les condena. Centenares de políticos han robado del presupuesto y no han caído presos. Sus libertades y derechos no son iguales a la mayoría de nicas. Ellos dicen merecerlo por designio divino.

La suma de los privilegios jurídicos de los políticos simplemente se llama corrupción. Los otros, nosotros, deberíamos crear una premisa, y divulgarla por todos los medios: “Soy político honrado”. Porque aun cuando el poder político jamás ha fomentado cultura de integridad, en su clase, debe valorar que son cientos los nicaragüenses políticos honestos.

La mayoría de nicaragüenses sentiría mucha satisfacción en las fiestas de diciembre y enero si confirmara que son honorables sus directivos partidarios y empresariales. La probidad sería un regalo excelente para el país.

Un político debería proporcionarle al pueblo una conferencia en cadena nacional detallando los sacrificios que ha realizado para forjar su gran capital, y así reconoceríamos en ellos sus genialidades empresariales. Y hasta alabaríamos su dignidad e inteligencia para construir justicia social en el país.

Desafortunadamente, los políticos aumentan sus cuentas bancarias producto del tráfico de influencias, compra o venta de servicios, comercio de votos, servilismo, manipulación, chantaje, amenaza, agresión, muerte, en una cadena conocida desde antaño, el mamífero humano buscando dominar a otros.

En estas fechas, la clase política refleja sus conceptos de vida cuando festeja pomposa, con finas comidas y bebidas, luciendo exquisitos trajes y obsequios, en salones diseñados con gusto. Mostrando el éxito en un modelo excluyente, sometedor.

Por supuesto, es un deleite disfrutar las creaciones culinarias y etílicas más delicadas -para ese gusto- regocijado con la bonanza en la chequera, pero es amoral cuando la celebración es producto de la desgracia de un pueblo. La miseria de los nicas aumenta el capital de los poderosos, en todos los niveles.

Por ejemplo, la estabilidad macroeconómica, como regalo, beneficia a los inversionistas, y si los pobres reciben alguna compensación es minucia en proporción a las ganancias de los capitalistas llámense de izquierda o derecha.

Los pobres reciben caridad cristiana

Esos regalitos de caridad a los niños pobres, es la tradición de los patrones para ganarse el cielo, aplacar el descontento que las personas podrían sentir por su miseria y además muestren agradecimiento ante la benevolencia del señor.

Una de las manifestaciones de dignidad es que la persona pueda comprar lo que necesita, no ubicarse en la fila de beneficencia sino en la de comprador, para no tener que agradecer al patrón, al jefe político, sino gozar orgullo por sus logros económicos y sociales.

Los regalos de caridad solventan un estadio momentáneo, no sientan las bases para el crecimiento económico y cognoscitivo de los seres. No es ese tipo de regalo que necesita el país, sino el de la honradez, eficiencia, educación, justicia, libertad, y así crecer como sociedad, trascender la miseria en la cual vivimos la mayoría.

Esa desventura que padecemos la mayoría abarca a todos, aun a los adinerados que no han logrado capitalizar al país, a la patria que constante dicen defender, representar, querer. Pues, las concepciones feudales son mezquinas y desgraciadamente son las dominantes. Todavía hay a quienes les gusta ser caudillo y quienes lo idolatran.

El regalo entregado al país por los políticos nicaragüenses representa la crucifixión de un pueblo.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Navidad

En un pueblo del norte, en las colinas, a media noche, el viento frío soplo de angustia expande los gemidos de la Llorona, quien recorre las polvosas calles del caserío de adobe; luce cabello luminoso entrecano hasta la cintura y el rostro níveo de expresión lúgubre.

El cadejo negro sigue de cerca las huellas de un beodo temerario, por el camino yerto, flanqueado por frondosos chilamates oscurecedores de la marcha.

La carretanagua con sus ejes resecos emite sonidos maléficos. Turban el pecho del vecino. El se persigna. Asustado, rápido riega agua bendita. Repone la ristra de ajo envejecido en el dintel principal, enciende velas frente a las estatuas de yeso y estampas de papel, y se arrodilla con el rosario en las manos.

Los duendes, con su atuendo rojo, emanan de la tierra. Se supone que vienen a burlarse y apedrear las habitaciones de los arteros, las putas, ladrones, y demás pecaminosos.

Los búhos aletean despavoridos entre las ramas. Los perros aúllan como los coyotes y corren erizos con el rabo entre las piernas; buscan un rincón que los proteja del viento furioso escoltado por ruidos sepulcrales. De las tejas caen alacranes con la cola erecta, y picotean frenéticos lo que obstaculiza su paso. Las ratas saltan por las paredes; denotan demencia sus malabares y los ojos extraviados. Los gallos se lanzan de los árboles, y las gallinas cacarean a pesar de la oscuridad. El ganado vacuno muge, tintineando el cencerro, y el caballar galopa golpeándose contra los maderos rollizos del corral. Los cerdos ingresan total en el lodo. En el cielo se dibuja múltiple vía de luces, y un estruendo estremece la atmósfera nebulosa. Las aguas del río, aún sin llover crecen arrastrando piedras, troncos, y todo en su cauce. Sólo los murciélagos y vampiros vuelan sonrientes.

El día siguiente aparece parsimonioso, sin ánimo de remover el color gris del cielo, y trae consigo: presagios perceptibles y un sol amarillo intenso sin irradiar calor. El frío posesionado del ambiente. El viento ahora se mueve lento. Las hojas de los árboles perdieron el brillo y apuntan a la tierra lánguida.

De casa en casa corre la voz informando: Belcebú capitanea motocicleta ruidosa, deja reguero de azufre. Viaja por los caminos de la montaña y en un instante aparecerá en las calles del pueblo para llevarse a un aliado.

Un día como hoy, hace cinco años, el veinte de diciembre, desapareció una muchacha que se quejaba de haber sido ultrajada por el párroco cincuentón.

Los acontecimientos reavivan el murmullo en menoscabo de la santa autoridad. El religioso recuerda el agotador trabajo calmando a la feligresía.

"La historia fue calumnia de la ramera y por pretender burlarse de dios fue enviada a los infiernos, e igual fin tendrán quienes hagan eco de la falacia"- repitió en aquel entonces el sacerdote, entonando amenaza, desde el púlpito, blandiendo el dedo admonitorio de su única mano; sin certeza de que el auditorio creyera en el pudor clerical, pero convencido de su triunfo, al seguir ostentando la jefatura del vicariato.

El eclesiástico, nervioso y exaltado, intuye nuevo enfrentamiento con el espíritu maligno. En su oficina planifica los oficios. Toda la noche la transcurre despierto, atento al tumulto externo. Cree que otra vez saldrá victorioso. No imagina el desenlace.

Manda repicar las campanas a las cinco de la mañana. De inmediato acude la beata de su confianza: señorita sin familia, frustrada en amores, cara redonda ensimismada, cincuentona, de piel blanca lustrosa, pechos grandes, caderas anchas, nalgona, carne rolliza, sólida, de la cual exhala fragancia de jabón. Ella decora el altar, con mayor esmero. Se nota nerviosa, a punto del llanto, le tiemblan las manos, la frente suda.

Media hora después, al tañido prolongado de las campanetas se presenta la población; asustada por el paisaje tétrico, no vaciló en atender el llamado. Las mujeres jóvenes habían desechado la chalina, ahora la lucen sin levantar el rostro. Los hombres se arrepienten de sus borracheras y lascivias cotidianas en el lupanar. La esposa aprovecha para recriminar al marido, y le obliga a prometer cambiar sus malos hábitos el año venidero, a sabiendas que siempre es igual por esta época.

En su homilía, el clérigo enfático manda a las familias adineradas incrementen la limosna. Sobre ellas recae la responsabilidad del presupuesto, para dotar a la curia de capacidad de ahuyentar las amenazas demoníacas. Les recuerda: “Por gracia de dios son bienaventuradas, y en momentos difíciles como el actual se prueba la fidelidad y el agradecimiento del ser supremo”. A las demás personas las acusa de inconformes, se resisten a la vida miserable que la divinidad les ha encomendado llevar con fe, para encontrar la dicha en el paraíso.

Luego del sermón, la gente dirige su instinto a programar las celebraciones paganas, aunque comentan las advertencias sacerdotales y los sucesos. El peligro anda suelto, pero el temor no detiene la excitación que provocan los placeres mundanos.

Navidad marca el pasado, presente y futuro de los individuos: es de arrepentimientos, alegrías, recuerdos, lágrimas y sonrisas, promisión y esperanzas, viandas y regalos, rones y carnes, besos, abrazos y sexo. Cada cual festeja según su ínfula económica. Hasta los incrédulos se dejan llevar por la algarabía opípara.

Las tiendas saturadas de artículos. Los comerciantes inflan la campaña de consumo. Para ser buen hijo, amigo, padre, hermano, yerno, novio, esposo, amante, o cualquier ser afectivo, debe alardear obsequiando lo mejor en su nivel.

Centenares de personas recorren los estantes: ven, tocan, huelen, y cotizan las mercancías, sacan cuentas y consultan con intención de cumplir la norma social. Algunos compradores admiran atónitos las bellezas inalcanzables en el presupuesto; se atreven a preguntar el valor sabiendo que no pueden adquirir los caros objetos.

Varios transeúntes seleccionan prendas para casamiento, primera comunión, y bautizos. Los más pobres han ahorrado todo el año, prestado dinero o empañando menaje, además destinado el aguinaldo, para efectuar un sueño de toda la vida y elevar el prestigio regocijando a la familia. Con rigor escogen el vestuario que modelarán los días más importantes, para sentirse al más alto nivel de su horizonte, en competencia con la vecindad.

Quienes reservaron la mesa del club ostentan la abundancia. Son seguidos por uniformados cargando grandes cajas de diversas marcas famosas y encarecidas.

Los pordioseros se ubican en los pasillos; aprovechan el temor de las personas caritativas, quienes -recordando la prédica del pastor y la indulgencia- regalan algunas monedas; sin embargo a los menesterosos: uvas, manzanas, y golosinas les rasga el apetito que no podrán saciar.

Los infantes se aglomeran en la juguetería demandando a sus padres la adquisición de todo atractivo, incitados por un nativo disfrazado como anciano gordo, blanca barba, botas y traje rojinegros; rodeado de canastas embaladas con celofán conteniendo galletas, dulces, jugos, licor, y los ingredientes para preparar apetitosa comida indigesta.

En las ventas, los cánticos religiosos alusivos a la fiesta y los paganos suenan a elevado volumen; inspiran sentimiento contradictorio de benevolencia y codicia, en medio de luces intermitentes de múltiples colores formando figuras simbólicas.

Con la barahúnda, en la noche de advenimiento, se apagan los gritos prolongados y espeluznantes de la Llorona, aun cuando rebotan en los cerros: ¡Aquí vaaaaa.! ¡ Aquí vaaaaaaaaaa! y el silbido constante de la Cegua huesuda, túnica blanca, cabellera rizada como de cabuya. Las inclinaciones a los deleites mundanos, de comilonas, bebederas y sexo, también omiten a la mujer que en el cementerio se convierte en mona –para brincar en los tejados, sacudir las aldabas de las puertas- y en perro para despistar a unos pocos envalentonados perseguidores ebrios.

Sólo el párroco no supera los nervios, se incrementan con le ánimo depresivo de la beata virginal. Ella acude al confesionario, después de la misa nocturna, el propio veinticuatro de diciembre. Palpita el corazón como volcán en erupción.

“Diciembre me atormenta padre. No soy feliz. Me hago la fuerte, pero la soledad y la falta de cariño me vencen. Durante las noches tengo sueños pecadores y en este mes es peor, cuando veo a toda la gente en fiesta. Hasta dudo padre... que dios me quiera... pues no se apiada de mí. La vida no ha sido fácil para mí, aquél novio que tuve cuando cumplí quince años... Mario... me dejó porque no le di lo que él quería, luego vino la muerte de toda mi familia y quedé sola... usted sabe, yo soy mujer”-.

Y luego de varias horas de remembranzas y lágrimas, reprimidas y consejos, llega el consuelo. Cuando brilla espléndido “Lucero del Amanecer” (en lengua mayangna le nombran Yaringni) el cura y la señorita dominan sus penas, responden a su esencia terrenal; con la intensidad máxima de las emociones, ella emite prolongado y gozoso gemido sulfúrico al mismo tiempo que los dos cuerpo desvanecen.

Diciembre 1991

Matagalpa

Poema de Allan Stuart Almendárez

(A inicios de los años 80 del siglo pasado)

CREO EN EL SILENCIO

Creo en el silencio de los besos
voraces como tigres,
o serenos como palomas…

Creo en el silencio
de la montaña fértil {vegetal levadura
que emerge callada y fuerte…

Creo en el silencio
de las hormigas doradas
diminutas laboriosas
hilvanando arterias
en la piel de la tierra…

Creo en el silencio
de la luna girando
del lucero que palpita
de la vida en movimiento…

Creo en el silencio
de tres margaritas encendidas
que se fugaron en la tarde…

Creo en el silencio de tu mano
siempre y cuando
esté cerca de la mía…

Allan David Stuart Almendarez, amante del arte, la música la poesía y el teatro… de gran sensibilidad humana, siempre soñó con mejorar la vida de los más desposeídos y más humildes…. siempre soñó con una sociedad justa y una vida digna para todo ser humano. Nació un primero de Mayo del año 1963 y murió siendo muy joven un 3 de Noviembre del año 1985, no logró ver su sueño hecho realidad…. y aunque viviera…., lamentablemente no lo vería todavía….

Foto y texto tomado de Douglas Marshall Stuart Almendárez.

Poema de Henry Briceño

TOQUE DE QUEDA.

Era tarde. El sol había muerto.

La luna había nacido.

La zozobra más aguda.

La noche lenta.

La gente en sus casas

Afuera los Guardias.

Afuera susurraban.

Susurraban palabras tenebrosas.

Calaban los huesos

Ponían la “piel de gallina”.

Adentro no se hablaba

Nomas gesticulaciones

Había pánico, traumas.

Rabia. Decisión. Coraje

La televisión apagada

La radio silenciada

La verdad en canal exterior

La mentira en cadena nacional

Por orden del criminal General.

Nos presionaban. Arrinconaban. Asesinaban. ¡Peor!

Al amanecer la lucha será más fuerte. Arrecha.

Imposible domarnos con Garand, Galiles y M-16

Los Push and Pull desde el cielo enviando la muerte

Nos invitaban a luchar. A crear y ganar

La pesadilla tendrá su fin.

En Nicaragua las mismas noticias.

El tirano redundaba.

Afuera la lluvia

Las gotas salpicaban en el casco del Guardia.

Del Guardia Somocista

Y la sangre del hermanito o hermanita

Un ratito después salpicaba la metralla del asesino militar.

La noche pasaba

El día llegaba.

Nos hacíamos hombres.

La lluvia lenta…

Había toque de queda en Nicaragua.

Septiembre 16 de 1978/11:28 Pm

Bello Horizonte No. G-III-32

Casa de Seguridad

Fotografía tomada de El Nuevo Diario.

NOVELA TE AMARÉ POR SIEMPRE DE XOCHITL SARMIENTO

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