lunes, 17 de mayo de 2010

El Ojo Revelado de Guillermo Rothschuh


Es placentero y mucha responsabilidad referirme a Guillermo Rothschuh Villanueva, y su libro “Los Medios: El Ojo Revelado”, pues durante casi un cuarto de siglo me ha incitado con sus pláticas y escritos a continuar reflexionando para vencer la insuficiencia, alentándome a coordinar horizontalmente medios de comunicación, emitir información veraz y juicios sustentados conservando preceptos éticos.

Este libro es su décimo séptimo publicado, lo cual refleja la permanente investigación del autor, dedicado al estudio de los fenómenos de comunicación social en todos sus ámbitos: conceptual, educativo, jurídico, político, cultural, económico, tecnológico, histórico, práctico, oficioso o profesional.

El punto de partida Guillermo lo define: “La democratización de la sociedad nicaragüense pasa invariablemente por la democratización de las comunicaciones. Sería ser ilusos si se pensara de otra manera.”

Y nos advierte: “Nadie puede llamarse a engaños. El tema de la comunicación compete a todos. Sin los medios es impensable hoy en día la democracia y la existencia de una libertad de expresión saludable... (pues es) raíz primaria de las demás libertades del ser humano”.

En Nicaragua ha sido permanente la lucha por la democracia, el periodismo no ha estado fuera de ella aún en los momentos más duros, Guillermo bien nos memora la historia de “un periodismo combativo y heroico, que ha sobrevivido a cierres, acosos, cárceles, confiscaciones, exilio y muerte”.

El autor reseña la historia de lucha del periodismo al lado del pueblo a tal grado que el pueblo “generoso hacía entrega de módicas sumas” de dinero, para pagar las cuantiosas multas que la dictadura somocista aplicada a los periodistas y medios opositores, principalmente las radios que en ese momento “se utilizaban como arma de combate” contra el somocismo.

Era el arma de la palabra criticando corrupción y atrocidades, la palabra emitiendo noticia veraz, la palabra del pueblo a través de los medios, sin miedo o con miedo batallando para liberarse de la opresión, y gozar de la libertad de expresarse para sentar las bases de un Estado democrático.

En esa batalla por la liberación, Guillermo nos recuerda que los gobiernos otorgan las pautas publicitarias con fondos del erario “para premiar a los aliados, para cooptar a los indecisos, y para castigar a los adversarios. Un círculo maldito que pareciera no tener fin”.

Sin embargo, la pelea por la libertad de expresión y prensa no se confina al espacio político gubernamental, en todas las épocas y gobiernos, llámense conservadores, liberales, revolucionarios, o democráticos, también la gran empresa privada es partícipe de la represión.

Guillermo señala que “los empresarios se han lanzado al asalto”, están ampliando su poderío adquiriendo medios de comunicación, acusando a periodistas y otros medios de “entorpecer sus grandes negocios”.

Guillermo afirma: “Colocados en una posición similar a la asumida por los gobiernos, los empresarios no entregan publicidad a los medios que cuestionan su actuación, además de bloquearles el acceso a la información. La libertad se ve menoscabada. Sufre el embate de gobiernos y empresarios. Sobre su cuello pende la asfixia económica y el acoso político”.

El contexto en el cual nos desenvolvemos es peligroso, pues los periodistas y medios, nos vemos asediados por dos poderes devastadores, atentando contra la libertad de expresión y de prensa, y por tanto contra la sociedad y la creación de un Estado democrático.

El autor, por esa razón, analiza las consecuencias de las concesiones de licencias a empresas transnacionales y nacionales, que tienden al monopolio mediático, a la transculturación, donde la información se vuelve una mercancía desplazándola como bien social, pues los empresarios y políticos dueños de medios “corrompen y desvirtúan los alcances de la libertad de expresión”.

Guillermo, nos llama a recapacitar lo que vivimos: “Hoy en día, vale más el concepto de libertad de expresión comercial, que el concepto de libertad de expresión en su sentido lato”. Y nos alerta que “el ciudadano común y corriente, en nombre de quien y para quien se conquistó esta libertad, cada vez tiene menos acceso a ciertos medios” para reclamar sus derechos ciudadanos.

A propósito me extendí en el tema de partida, que sintetiza las aspiraciones y acciones históricas de nuestra sociedad de la cual es parte activa el periodismo, sobre todo porque Guillermo no sólo escribe historia, sino que reflexiona, nos anima y orienta, pues como él dice:

“La situación que atraviesa Nicaragua en materia de libertades públicas, exige la defensa cerrada de la libertad de expresión, como un imperativo ineludible de los tiempos actuales. La autonomía relativa de los medios, se convierte en una condición sine qua non para enfrentar estos asedios”.

Podría parecer que me centré en la catástrofe, sin embargo quiero decirles que Guillermo nos vivifica al condensar la fortaleza que caracteriza a la prensa nacional y la sociedad nicaragüense, cuando sentencia:

“Nadie puede descorazonarse. Mientras existan en la sociedad personas preocupadas por defender y ensanchar los espacios de libertad, las pretensiones por acaparar los medios, silenciarlos o cooptarlos, se vuelve estéril. Los medios de comunicación tienen una vocación libertaria. Ni los políticos, ni los empresarios, ni los militares, han podido doblegar la cerviz de los periodistas.”

Con los acontecimientos bélicos por confrontaciones políticas, por las ansias del poder absoluto pretendiendo dominar a la sociedad, está demostrada la dignidad de un periodismo que no se calla, que se arriesga, y es la voz del pueblo que sigue luchando por su libertad.

Pero “El Ojo Revelado”, abarca cinco capítulos, donde aborda la influencia de los medios en los aspectos educativos sobre el idioma y la pedagogía; la trascendencia de la televisión y la tecnología en los tiempos actuales; los medios y la política a través de los medios; reseña la participación de medios de comunicación, periodistas, artistas, publicistas trascendentes en la vida nacional; la integración de las mujeres y la niñez en los medios de comunicación social; y finalmente no detalla los compromisos actuales de los medios y los periodistas.

Es decir, este no es un libro exclusivo para periodistas o comunicadores, sino para los nicaragüenses interesados en recapacitar sobre lo actuado y comprometidos con la libertad, con el Estado de derecho, y la construcción de una sociedad equitativa.

De sus recomendaciones conclusivas, elementales como todo el libro, quisiera referirme, sin embargo prefiero que las personas se interesen en buscar el texto.

Para finalizar, nada más deseo destacar que es difícil encontrar vacíos en los análisis de Guillermo, el único es no abordar aún el rol de los medios y los comunicadores fuera de Managua, a pesar de que en los años ochenta como asesor de la Corporación de Radiodifusión del Pueblo, recorrió el país y confirmó la cercanía del periodismo y los medios con la población en la localidad, que muchas veces aventajaba en audiencia a los medios de cobertura nacional. Estoy seguro, es una tarea pendiente. Por eso recorre los viejos caminos presentando su obra reciente, conversando y aprendiendo, apuntando a su próxima publicación.

Daniel Ortega y la violencia como método político

El presidente Daniel Ortega, Secretario General del Frente Sandinista, continúa mandando la violencia como método para la negociación política, sumergido en una concepción que nunca superó y sigue provocando heridas corporales y sicológicas a los nicaragüenses que no comparten sus criterios.

La reiterada hostilidad de Ortega mantiene angustiada a la sociedad que desea vivir en paz, trabajar implementando sus capacidades, y progresar. Creo que nada más aquellos que no pueden valerse o menosprecian las habilidades intelectuales o laborales son quienes comparten y participan en la barbarie.

Aunque es posible, también a ciertos profesionales danielistas les encanta la violencia para sacar el adefesio que mantienen en el subconsciente o en la intimidad de sus relaciones, en la memoria de sus frustraciones o en sus aspiraciones de superioridad.

Un ser violento desconoce el potencial de la razón, por tanto es incapaz de dialogar y consensuar considerando la diversidad de ideas y aspiraciones para construir la sociedad anhelada por nicaragüenses que arriesgaron o entregaron su vida por la justicia social y su principal exponente: la libertad de pensar y actuar éticamente.

Durante casi treinta y un años de vida política pública, Daniel Ortega ha manifestado su obsesión autoritaria, el engreimiento de quien manda para que le obedezcan a ciegas, sin aceptar argumentos que le contradigan lo mínimo. Su habilidad es imponerse, conceder prebendas a servidores fieles a su persona no al partido.

A veces, siento lástima por aquellos sandinistas que contribuyeron a endiosar a alguien cuyos méritos no son relevantes en comparación con otros, con quienes se entregaron a la lucha revolucionaria convencidos de que los cambios en las relaciones de poder eran necesarios para vivir en equidad.

Sin embargo, me convenzo que no debo sentir pena por aquellos, pues las equivocaciones son superables, y muchos sandinistas combatientes han reflexionado y son capaces de argumentar conscientes de que la violencia política solamente está justificada como método de lucha para defenderse de agresiones militares.

Pero no estamos en guerra, y más bien queremos convenios políticas en beneficio de la sociedad empobrecida. Si Daniel Ortega manifiesta que la oposición boicotea la gestión gubernamental su deber es explicar a la sociedad, con argumentos y no con ofensas, amenazas, y agresiones físicas.

El sandinista, por principios, convence con palabras y actos, es consecuente, no demagogo ni manipulador. Sin embargo, vemos en Ortega y sus seguidores la promoción de valores antisociales, los mismos que llevaron al pueblo a levantarse en armas, múltiples veces, contra la dictadura somocista.

No es posible aceptar acciones violentas contra opositores, la mayoría de la sociedad rechazó esos actos y se rebeló, contra la dinastía Somoza, primero, y contra la Revolución Popular Sandinista, después.

Debe ser que Ortega no experimentó esos malestares de rebeldía callejera. Pero, aún cuando no haya sido partícipe, la historia demuestra que este pueblo nada más ha optado por la sublevación porque no tiene posibilidades de reclamar cívicamente.

La violencia política genera violencia. Además incide en el estado de ánimo de las personas y se refleja en los hogares y en el trabajo. Una de las causas de nuestra miseria es la discordia, la falta de respeto a la diversidad de opiniones. Por eso en esta sociedad la agresión es permanente. Las estadísticas reflejan el martirio de mujeres e infantes. Aunque aún divulgamos muy poco el acoso que viven los empleados públicos.

La reciente batalla con piedras, morteros, pistolas, entre estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma, en Managua, muestra episodios que pueden provocar la muerte a quien piensa diferente. Ellos son producto del ejemplo que brindan los políticos para dirimir desacuerdos.

Daniel Ortega con ese discurso cansado, reiterativo, ofendiendo, alimenta conceptos y actitudes en perjuicio de la sociedad. Siempre ha sido así. Jamás, que recuerde, ha emitido orientaciones para el análisis y contribuir a convertir nuestra cultura retrógrada.

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