Foto cortesía: Jorge Eduardo Mejía Peralta
Imagine usted a cientos de personas,
machete en vaina colgado del cinto y sólidos maderos usados como bordón, siendo
ofendidas verbalmente por guardias amenazantes impidiéndoles el derecho a movilizarse
hacia la capital para reclamar cívicamente sus derechos, y que no respondan con
violencia, en un camino de una zona montañosa del trópico húmedo, luego de
haber viajado varias horas a pie.
Con más de dos años viviendo
incertidumbre, van a ser obligada a vender su finca a un precio desconocido,
sin certeza de hacia dónde nuevamente enrumbarán su vida ahora estable
construyendo presente, dedicados a garantizar futuro familiar.
Los más viejos participaron o
padecieron durante la guerra de los años ochenta y -un cuarto de siglo después
de finalizada- vuelven a sentir la coacción de Daniel Ortega quien en aquélla
época tuvo gran responsabilidad en el reguero de sangre, destrucción, miseria, desarraigo,
y de nuevo se encuentra gobernando -como me dijo un campesino- “arriándolos otra
vez a la confrontación”.