Bestias enardecidas asaltan el hogar,
con mazos y sierras destrozan cerraduras, a patadas y culatazos rompen puertas.
Las sirenas de las camionetas no
ahogan el clamor de ancianos exigiendo justicia y libertad, los vecinos
observan indignados y temerosos: impotentes ante alaridos desgarradores.
En la casa, guardias de la dictadura
golpean, amarran, gritan ofensas y amenazan con asesinar a ciudadanos cuyo
delito es denunciar al régimen militar corrupto y represor.
Cientos de personas viven la escena
transmitida en directo por medio de redes sociales, unos aplauden la actuación
de los uniformados y la mayoría repudia la violación a los derechos humanos.