Con Yelba López Wallis y Dania Torres, ambas de la R.A.A.N.
Nunca
he realizado un estudio científico sobre la “Discriminación en el periodismo
nicaragüense”, pero me atreví a compartir con ustedes mis consideraciones aceptando
la invitación de los organizadores, después de memorar los 32 años vinculado al
periodismo, algo he visto y experimentado.
Me
satisface que el IEEPP me haya invitado para conversar con el gremio, en gran
magnitud, corresponsable de lo que somos en el país, reflexionando y buscando
consolidar las premisas aunque nos creen múltiples conjeturas y emociones.
Significativo, lucubrar e inquietarse, pues en el periodismo meditamos y
sentimos permanente.
El
tema lo ubico en tres ámbitos: La relaciones a lo interno en los medios, del
periodismo hacia la sociedad, y de la
sociedad hacia el periodismo, siendo el eje las personas que cultivan el periodismo,
que es comunicación social, y no me saldré de él, pues somos personas las
involucradas y de nuestra concepción depende si existe o no discriminación,
incluyendo empresarios y empleados.
Superar
la discriminación en una sociedad dividida y caracterizada por excluyente y
dominante concepto de poder no es sencillo, sin embargo debemos ser los primeros
en buscar vencerla, en tanto la comunicación social nos lo exige si creemos en
la igualdad de derechos ciudadanos.
La
discriminación no se circunscribe al periodismo, sin embargo el gremio debe
ser, por su responsabilidad cognoscitiva, un luchador constante para contribuir
a la transformación de la actitud proveniente de la noción y el deseo dominante
en la humanidad, que en nuestra sociedad aún lo catalogo con fuerte cosmovisión
feudal.
En
el vínculo entre periodistas he visto discriminación debido a la experiencia o
calidad profesional, por ubicación geográfica de quien ejerce, preferencias
sexuales o sencillamente ser mujer, según procedencia social, estatus
económico, y criterios políticos.
Estamos
plagados de vicios, o mejor digamos valoraciones que poco, o casi nada, ayudan
al gremio en busca de la superación individual, la armonía entre nosotros y el
beneficio social. La discriminación, también es producto de la carencia en el conglomerado de un rango de tolerancia
que permita unidad para alcanzar objetivos comunes.
Nunca
se me olvida mi primera experiencia como reportero radial, cuando el método de
algunos expertos era romperte la cuartilla, y decirte groseramente: esto no
sirve, volvé a redactarla.
Estoy
seguro que tenía razón, si ahora en mis manos estuviera esa cuartilla no la
hubiera aprobado, sin embargo me sentí segregado por novato. Esa distancia
generacional es normal, lo incorrecto es el método. No debemos romper la obra
de los aprendices, sino facilitarles el análisis para que presenten un fruto
destacado.
Quienes
son superiores en experiencia y calidad, inconscientes o seguros, generalmente nos
hacen o quieren hacernos sentir inferiores, nos restriegan nuestra falta de
dominio. Podría ser que esa relación con el superior nos motive a vencer las
limitantes. Pero, prefiero la transmisión de conocimientos teóricos y
prácticos. Socrático.
Si
los expertos, nada más, contribuyeran con el crecimiento de la novatada y de
los viejos que no hemos aprendido aún a ser excelentes, el periodismo
nicaragüense tuviera una autoestima que se reflejaría en la incidencia sobre
los valores y conductas, y en la libertad de pensamiento.
La
discriminación es antagónica con la libertad de expresión, y derecho a ella
tenemos sin distingo de clase social o ideología. En ese sentido, algunos
empresarios, dueños de medios de comunicación, buscando aumentar su patrimonio,
discriminan a sus trabajadores al no reconocerles su valía ocupacional.
Es
discriminatorio el ingreso económico que la mayoría de comunicadores recibe, muchos,
sino la mayoría, sin derechos laborales, por tanto en la edad del declive se
retiran sin ingresos, y sin derecho a la asistencia médica y seguridad social. Como
si nunca hubiesen trabajado en su vida.
Es
discriminadora, igualmente la actitud jactanciosa de quien gana más dinero que
su colega. La ambición a conquistar más dinero es comprensible, máxime en un
sistema social donde vale más la cuantía acumulada que la calidad. Esa es una
de las razones, sino la principal de nuestros sesgos al abordar la realidad gremial
y nacional.
También,
algunos periodistas, desestiman a sectores sociales, ordinariamente por pobres,
con menos preparación escolar, o preferencias sexuales, e ideas políticas.
En
los últimos años el sistema ha potenciado el comercio en el periodismo y la
comunicación social, laboral y empresarial. El éxito radica, estrictamente, en
el crecimiento de utilidades, sin un balance entre inversión-ganancia y
responsabilidad social.
Y
no me refiero a la responsabilidad social que se vanagloria en la entrega de
donativos, sino al compromiso de construir un Estado que nos trate a todos por
igual y promueva la excelencia profesional: creativa, técnica, y académica. A
cada quien según su capacidad.
Mi
vivencia es rural, y el periodismo en las regiones fuera de Managua, ha vivido
aislamiento, como de segunda categoría, una visión errada del potencial local,
pues aún con sus limitantes trata de borrar los mojones de la frontera.
Ahora,
el antaño periodismo pueblerino, con la tecnología, ha dejado de ser local, y
trasciende el territorio provinciano. Aún con las deficiencias propias de la
visión que trato de explicar, el segregacionismo ya lo vemos vergonzoso.
Pero
el periodismo de la localidad no sólo avanza por la red electrónica, el
periodismo de las localidades, fuera de la capital, se manifiesta, progresa demostrando
conocimientos de una partícula en el engranaje del todo.
Al
interior del país han llegado las universidades, aún con sus deficiencias académicas
y técnicas, o los provincianos han viajado a esta ciudad para adquirir
conocimientos, y algunos andan con ganas de ser doctores, y otros se han
quedado en los medios de comunicación, en empresas privadas, o en
organizaciones no gubernamentales.
Así,
avanzamos minimizando la desmembración producto del interés que durante años ha
prevalecido en la mente de quienes deciden o muestran los destinos del país con
una visión geocéntrica.
Ojalá
nada más fuera expresión geocéntrica, pues en algunas ocasiones, muchas para mi
preferencia, se expresa ególatra, y ciertos periodistas no nos alejamos de ese
carácter primario para contribuir a la construcción de un modelo social justo,
donde la estima personal sea reconocida por honesta, veraz, y capaz.
A
través de los medios de comunicación, he visto, sentido, razonado, una conducta
y motivación rumbo a la fama y el dinero, a cualquier costo. Para algunos y
algunas comunicadoras lo fundamental es sobresalir, subsistir, sin medir las
consecuencias de sus actos afectando su propia dignidad y la de los personajes
“objetos de noticia”.
Un
sector social ha comenzado a molestarse con las notas informativas que
realizamos exponiendo sus desgracias. De igual manera, algunos periodistas se
han distanciado de esa visión sectaria y degradante.
Aún
cuando la sociedad muestra cierta estima hacia el periodismo, no hemos logrado
superior calidad como gremio para
situarnos en un nivel de alta estima. Sufrimos discriminación de parte de un
grupo con poder político y económico, que nos considera útiles a sus intereses,
voceros de sus ideas y promotores de sus figuras, o sus enemigos.
Inmerso
en los intereses de los políticos, con algunas excepciones particulares, el
periodismo se ha dividido, se ha desinteresado hasta de sus propias
aspiraciones profesionales y gremiales, y prioriza su ambición individual en la
política partidaria aún a costa de polarizar al gremio y la sociedad.
En
estos momentos, de nuevo, el periodismo se encuentra en una lucha partidaria
discriminatoria, que daña la integridad no sólo de sus colegas sino del resto
de personas que piensan diferente, o presentan una propuesta no coincidente con
las directrices partidarias oficiales u opositoras.
Sin
sentirme víctima, una muestra de la discriminación que conduce a la represión es
mi expulsión del Colegio de Periodistas de Nicaragua, sin haber cometido ninguna
falta que lo ameritara sino por mis argumentos.
Discriminar
es contrario a respetar, es no aceptar que somos diferentes y cada cual observa
los fenómenos según su formación ideológica, y desafortunadamente se opta por
una pretensión de verdad absoluta, sin buscar los puntos de coincidencia, la
horizontalidad para unir capacidades y habilidades.
Tal
vez no logremos la perfección, esa que no existe, pero si dejáramos la visión
individual egoísta, economicista, partidaria, racial, en el periodismo
tendríamos menos discriminación, más integración, y mayor fortaleza para
alcanzar la calidad profesional que anhelamos, y el estatus de vida económico y
social que merecemos.
Muchas
gracias.
Managua,
14 de agosto 2012
*Ponencia
que no leí totalmente en el Foro Nacional de Periodistas, organizado por el IEEPP,
pues preferí compartir sólo los ejes para dar más tiempo al conversatorio.
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