Francisco
Arellano Oviedo, al fondo: Guillermo Cortes Dominguez, Eddy Kühl y Raul Amador.
Francisco Arellano Oviedo
Director de la Academia Nicaragüense de la Lengua
El 23 de abril de este año, un joven
de la región austral de este Continente, Cristóbal Ugarte, nieto de Nicanor
Parra nos contó en la ceremonia de entrega del premio Cervantes, realizada en la Universidad de Alcalá
de Henares, que cuando se anunció la concesión del premio a su abuelo, un
periodista preguntó al poeta:
—¿Usted
cree merecer el premio Cervantes?
—Claro
que sí, —dijo el poeta de 97 años.
—¿Por
qué méritos?, —insistió un periodista.
—Por
una obra que he pensado escribir.
La pregunta del periodista era tan
ingenua que mereció semejante ironía del poeta laureado. De otro humor, así de grande, fui testigo
hace más de veinte años; había visitado la casa de un colega nicaragüense que
daba clases de Materialismo histórico en la Universidad; frente a
su escritorio tenía una colección de tomos empastados en color celeste, con
letras doradas y nombres de tratados filosóficos. Tanto en el lomo como en la
tapa de los volúmenes aparecían el título de la obra y el nombre del autor.
Extrañado por no haber tributado el respeto que aquel autor de tan gruesos
volúmenes merecía, tomé un ejemplar del librero y lo abrí; me di cuenta,
entonces, que las páginas estaban en blanco; recordé inmediatamente a los
poetas simbolistas, aquellos que pasaban en vigilia toda la noche sin poder
escribir una palabra y por eso mantenían la página en blanco. Pensaban aquellos
poetas que la lengua era incapaz de expresar fielmente las vivencias que
estaban en sus cerebros. Al hojear aquellos volúmenes, inmediatamente consideré
que el catedrático de filosofía sufría el mal de los simbolistas, quienes
llegaron a pensar que lo que debía hacer el poeta era escribir únicamente los
títulos para que el lector se imaginara el contenido. Yo no resistí mi
curiosidad y pregunté al filósofo:
—¿Y
estos tratados sin su contenido, qué significan?
—Él
me dijo:
—Son
los libros que pronto empezaré a escribir.
El filósofo vivía en la capital de
Nicaragua, pero las parcas no le dieron tiempo para cumplir su propósito. Estas
anécdotas que parecieran inventadas son realmente históricas. Yo las refiero
por el humor que en ellas encuentro y porque de alguna forma se contraponen con
lo que ahora expondré.
Jinotega,
novia de la montaña
es el último título de las obras de Eddy Kühl Arauz, un nicaragüense especial
porque ha sido capaz de transformar en realidad los proyectos de su ardiente
corazón por Nicaragua y porque haciendo tantas cosas como las que él realiza,
sus amigos nicaragüenses de todo el país, siempre pueden acceder a él y oír de
sus labios un dato novedoso, una anécdota desconocida o su inevitable buen
concepto sobre tal o cual persona.
Eddy Kühl Arauz es un hombre de
concreciones. Sus palabras siempre apuntan a un referente: a un hecho o a una
realidad. Otro aspecto de la personalidad de Eddy Kühl Arauz es su calidad
humana: capaz de hacer su obra y aceptar con entusiasmo la obra de los demás.
Él no sufre por el éxito de sus colegas ni los descalifica ni usa las
conjunciones adversativas cuando emite su juicio o se refiere al heterodoxo. A
cuántos críticos he leído, que en vez de un juicio solo ofrecen la mitad o tres
cuartos de este porque todo lo que afirman inmediatamente lo restan. Así
abundan quienes dicen: el trabajo es bueno, pero no es exhaustivo. Kühl Arauz
no es como estos, es como los números enteros; los críticos son como los
quebrados o números fraccionarios, siempre que usan las conjunciones
adversativas restan algo de lo que ya habían concedido.
Jinotega,
novia de la montaña,
además de mostrar la brillante erudición del autor sobre el tema, testimonia su
compromiso con el desarrollo, de esta tierra del norte y de sus habitantes que
se han empeñado en hacer de la ciudad y sus municipios una región productiva,
en la que además del café se ha cultivado la buena música, la amistad y valores
civiles: honradez, amor por la familia y el trabajo que es como la continuidad
de la obra creadora de Dios.
A las pocas personas que tuvimos el
privilegio de conocer los borradores de este libro, nos llamó la atención lo
hermoso de su título, que presenta un
nuevo epíteto de la ciudad, sin ignorar,
sin suprimir, sin menospreciar los existentes y sin afectar, de alguna manera,
el nombre de la ciudad. Solo después que se denunciara un error de concordancia
gramatical en el título, volví la mirada sobre el texto del mismo y no he
dudado en reafirmar que la concordancia —de acuerdo con la gramática ortodoxa
de la lengua española— se da en género y número entre un adjetivo y un
sustantivo; en número y persona entre el predicado verbal y el sujeto—. En la
primera parte del sintagma, formado por Jinotega y novia, dos sustantivos donde
el primero funciona como núcleo de sujeto y el segundo como aposición, no se
registra violación de ninguna regla gramatical. Tampoco se infringen normas de
concordancia en el sintagma completo.
Semánticamente, el título citado es
una estructura poética que nos comunica un mensaje estético. Novia, en este
caso, no es la muchacha de carne y hueso, la de sexo femenino y de mirada
recatada que espera al varón; es el encanto, la belleza, la delicadeza que una
novia tiene; se trata pues de una metáfora y no del sustantivo convencional,
así tampoco en esa ciencia que conocemos como semántica se da incongruencia en
la relación significativa de Jinotega,
novia de la montaña, no se debe olvidar la diferencia entre género
gramatical, propio generalmente de la estructura de las palabras, y género
masculino o femenino, que diferencia el sexo entre macho y hembra. Solo alguna gramática parda podría confundir
esta realidad, pero sea gramática o sea semántica, estaría a la altura de aquella
astronomía que consideraba a la tierra como el centro del universo.
Hace medio siglo, en toda Nicaragua,
las clases iniciaban en mayo. El campesino hundía el arado para sembrar con las
primeras lluvias los frijoles, el maíz y otros alimentos. Paralelamente, en las
escuelas los maestros sembraban las palabras en las mentes de los niños. La
siembra era, como ha sido en Jinotega, de granos y de valores. Pablo Antonio
Cuadra, el gran nicaragüense que cumple este año su primer centenario de
nacimiento, inicia así su poema “Mayo”:
En mayo los arados comienzan arando la tierra seca
y terminan en tierra
húmeda. Mayo es el paso
del polvo al fango.
La lengua cruza en
mayo
del silencio a la
palabra.
Las hormigas
crían alas. Los
pájaros crean cantos.
…….
Tiempo de transiciones es mayo,
termina una estación y empieza otra, en mayo son las fiestas patronales de Jinotega
y en mayo el maestro terminó su obra para que los hijos de Jinotega la lean y
acrecienten la autoestima de ser jinoteganos.
Jinotega, significa —en lengua
antigua, llamada popoluca por fray Blas de Hurtado y Plaza— región de los
jiñocuaos; por su etimología, dice el autor, el nombre de la ciudad sugiere el
significado de pueblo de hombres eternos o sabios; a un connotado hijo de
Jinotega —mi recordado exalumno, Harvey Wells— le gustaba decir que Jinotega
significaba lugar de los hombres de maíz.
El nombre Jinotega irrumpe en la
historia —según el autor de la obra— en 1581, cuando los tasadores españoles de
ese año reportan 91 indios tributarios y una población aproximada de 371
personas; se dice de Jinotega que su lengua debió ser igual que la de Sébaco,
Matagalpa y Muy Muy, es decir, la lengua popoluca o matagalpa.
Junto a las primeras noticias de
Jinotega como un pueblo habitado por indígenas en el siglo XVI, el autor ha
rescatado datos importantes que describen la reducción de esta etnia, los
primeros asentamientos de españoles a inicios del siglo XVII y huida de los
indígenas del lugar y regiones vecinas por la imposición del trabajo gratuito
en aquella época colonial. Es admirable constatar cómo Eddy Kühl, un verdadero
intelectual, es también un personaje campechano que sabe departir e interactuar
con ricos y pobres, con autores y personas sencillas, con adinerados
compradores del café y con las personas que hacen la limpieza de los cultivos y
recogen la cosecha. Entre un quehacer y otro opuesto, Eddy Kühl ha tenido la oportunidad de visitar y
sentarse a investigar en la
Biblioteca del Congreso en Estados Unidos, las memorias de
viajeros que estuvieron en Nicaragua y se refirieron a Jinotega, entre estos:
Wilhelm Heine, Carl Scherzer, Thomas Belt, Franz Sapper, Walter Lehmann y
Dèsirè Pector. A varios de estos autores los consultó en inglés.
Según los viajeros mencionados, San
Rafael del Norte de Jinotega es comparado —por su belleza— con el valle de
Bohemia, Sajonia; Carl Scherzer describe el paisaje de pinos, matapalos,
naranjas y bananos dorados, casitas blancas con techos de tejas y el orgullo de
los ciudadanos; Thomas Belt subraya las características de sus habitantes, con
sangre europea, y califica la región como sana y libre de salteadores; Walter
Lehmann a quien le movía la misión de salvar lenguas, tradiciones y costumbres,
creía que la lengua matagalpa era de la familia llamada misumalpa que incluye
el misquito, el sumo y el Matagalpa; realiza estudios sobre esta y obtiene un
vocabulario de parte del ingeniero Alfonso Valle.
El autor de Jinotega, novia de la montaña, no solo es un investigador en
bibliotecas nacionales y extranjeras. Es
un hombre acucioso que busca la fuente de la información donde esta se
encuentre. Si la topografía niega el
paso a su vehículo, él sabe montar y seguir en el caballo, no le da miedo
enlodarse las botas. Sabe flexionar su
cuerpo para pasar entre dos hilos de alambre de púas y tiene la virtud de
ganarse la confianza de la gente más humilde de lugares recónditos. En esta obra, Eddy Kühl ha conversado,
rescatado y reconstruido historias con el apoyo de personas de la etnia
Matagalpa, con la consulta de los historiadores clásicos nacionales como:
Francisco Ortega Arancibia, Jerónimo Pérez, Andrés Vega Bolaños, Carlos Molina
Argüello y no olvida ni omite la monografía de Julián N. Guerrero, a quien cita
en las pp. 50, 75, 93, 136, 220 y 405., a don Germán Romero Vargas, al director de la Academia de Geografía e
Historia, don Jaime Íncer Barquero, citado 25 veces en la obra, y no olvida la
mención de colegas como: Jilma Romero, Carlos Alemán Ocampo, etc.
Describiendo la geografía de Jinotega,
el autor se detiene en el esbozo histórico-geográfico de los ochos municipios:
Jinotega, San Rafael del Norte, La
Concordia, San Sebastián de Yalí, Santa María de Pantasma,
Wiwilí, El Cua y San José de Bocay. Nos
presenta una breve historia de las familias jinoteganas que han descollado en
el lugar y la historia nacional: los Pastora, Zamora, Molina, Castellón, López,
Rizo, Alfaro, Gadea, Zeledón, Úbeda, Pineda, Arauz, Stuart, Kühl, Baldizón,
Blandón, Zelaya, Vílchez… Religiosos célebres por el conocimiento del lugar,
celo apostólico y santidad: fray Fernando de Espino, fray Blas de Hurtado y
Plaza, fray Agustín Morel de Santa Cruz, el santo fray Odorico D´Andrea que
aunque no fueron lugareños dejaron importantes documentación y testimonios que
el autor los ha recogido en su obra.
Los prohombres del lugar están
presentes: Patricio Centeno, héroe de San Jacinto; el general Benjamín Zeledón,
héroe y mártir en la Batalla
del Coyotepe y la Barranca;
el estadista Bartolomé Martínez, célebre por su patriotismo, honradez y
preocupación por el progreso. No faltan las mujeres como las hermanas Baldizón,
conocidas como las amazonas del café, Demetria que fue la esposa de Otto Kühl, (era
su bisabuela, amigo Raúl Amador), hermanas de ella fueron Rosenda y Delfina;
Blanca Arauz, la esposa del general Sandino; y Filomena López, símbolo de mujer
ejemplar, de madre abnegada y productora de café. Ni faltan los artistas y
músicos que le han dado un toque de distinción a esta región de la polka y la
mazurca.
El libro de Kühl Arauz es una obra
preciosa que rescata nombres de lugares, para algunos lectores nunca
escuchados, toponimias de lenguas indígenas, nombres y aportes de personas que
hasta ahora se podrán incorporar a la tradición de nuestra cultura,
representada por las instituciones de la economía, la religión, la educación,
la arquitectura, y particularmente, el arte: escultura, cerámica, música, danza
y las buenas letras. Y no solo, también documentos importantes para nuestra
historia como el Acta del matrimonio eclesiástico del general Sandino con
Blanca Arauz, y el recuento de algunos secretos indígenas.
En verdad esta obra está destinada a
ser un patrimonio de los jinoteganos, una obra que debería estar en todas las
escuelas del departamento, en todas las bibliotecas de los municipios, en los
hogares de todos porque contiene la historia de todos. Felicito a Invercasa, al
presidente de su Junta Directiva, esta noche con nosotros, por promover a
través del Fondo de Promoción Cultural “Dr. Agustín Torres Lazo” esta obra de
invaluable riqueza para Jinotega y el país.
A Eddy Kühl Arauz los nicaragüenses y,
particularmente los jinoteganos, le deben admiración y, más todavía, gratitud
por esta obra que implica tantas horas de trabajo: investigación, lectura,
visitas de lugares, entrevista con personas, composición, escritura y revisión.
Emular el trabajo del autor haciendo con otros departamentos lo que él ha hecho
por Jinotega y Matagalpa es una forma de completar por Nicaragua lo que él se
propuso por los departamentos mencionados del norte del país. Felicito al autor
y espero que las instituciones y los ciudadanos nicaragüenses acojamos su obra
y encontremos en ella el amor por Nicaragua que Eddy Kühl Arauz ha depositado
en cada una de las páginas de Jinotega,
novia de la montaña.
INVERCASA, el día
12 de julio de 2012.
No he tenido la oportunidad de leer esta nueva obra de Eddy Kühl, pero, según el discurso de Francisco Arellano Oviedo, se me hace a gran semejanza con Matagalpa y su gente, del mismo Eddy. Sin embargo, no quiere decir que no tenga el debido mérito, que además de literario es histórico y social.
ResponderEliminarNo entendí, porqué la obra está titulada como Jinotega novia de la montaña y no, Jinotega, novia de la montaña.
Saludes, Simpson.
Gracias, Sergio. Ya puse la coma. Parece que me estoy agotando. Abrazos.
EliminarMuy ciertas las palabras de nuestro ilustre Francisco Arellano O. Jinotega, novia de la montaña, esta largo de ser tocada por las pequeñeces criticas de personas tan menospreciadas como es Jorge Eduardo Arellano. Ni su propia familia lo respalda.
ResponderEliminarseria bueno que eddy kuhl esqchara alas personas
ResponderEliminary el no escribio ningun libro ya que agaro muchos libros para aser eso...
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