Escultura en la Casa Museo Rubén Darío, Ciudad Darío. Sergio Simpson |
Lo que sé es…
dichoso el árbol que es apenas sensitivo más la piedra dura… porque en el
colegio nos obligaban a recitarlo, vivió en el exilio, era un gran borracho y
murió pobre… palmado, eso te puedo decir de Darío, me respondió ella.
De niño yo escucho: Oda a Roosevelt, Los motivos del lobo, La marcha triunfal, Margarita, Caupolicán, Del trópico; no pasan de ahí en la escuela nicaragüense. El genio es menospreciado en el país o no dimensionado, como todo lo que motiva sabiduría.
Rubén Darío trabajó de bibliotecario, periodista y diplomático, y como él confiesa: aprendiz de barbero y zapatero; se relacionó con intelectuales, ministros, presidentes, millonarios, en salones lujosos.
¡Ser borracho como Rubén! – dicen constantemente. Lo imagino disfrutando navegar el océano, disertando y escribiendo en escenarios de críticos literarios, emitiendo juicios políticos en varios periódicos del planeta, dirigiendo revistas en Paris, recibiendo reverencias en hoteles y universidades, lejos de Metapa.
Me desagrada la pobreza padecida, sí, la sufrió porque el poder adquisitivo no cubría la manutención de su investidura social. Fue víctima del gobierno que no le pagó salarios, ni Darío escapó de la perversión de los políticos.
Quien le dio prestigio al país debió pernoctar en pensiones, solicitar dinero a las amistades y éstas recolectar entre mecenas. En estos tiempos hubiese muerto bajo un puente en New York.
Esa imagen de Rubén es la que predomina, sin que muchos hayan leído tan sólo La dramática vida de Rubén Darío, una obra excelente de Edelberto Torres Espinoza. Muy poco o casi nada conoce el pueblo acerca de ese personaje cuyo nombre se lee en calles, barrios, plazas, bibliotecas, universidades, academias, ciudades, en varios puntos del planeta Tierra.
Perdura el concepto del poeta bohemio, alcohólico consuetudinario, subsistiendo por la caridad. Del funeral principesco con el cual fue Rubén agasajado, se concluye que en este país le rinden honores hasta muerto, mientras en vida lo abandonaron o menospreciaron.
La lectura de la existencia y obra de Darío debe ser obligatoria desde primaria, e imprescindible estudio de universitarios. No se puede esconder, limitar, censurar, manipular, al único genio que existe en Nicaragua. Es inadmisible.
En Nicaragua esconden su grandeza, porque limitan el conocimiento de la población acerca de Rubén, en diferentes épocas los políticos en el poder han censurado lo que de sus escritos no les conviene, su estatua es erigida emblema de una “nación culta como quien la devela”. El vicio sigue: Buscar resplandor ensalzando al panida (así les gusta llamarlo).
Por ejemplo: No se siente a Rubén en Matagalpa, ciudad donde habito, cabecera del departamento del mismo nombre, a cuarenta kilómetros de Ciudad Darío donde una vez al año organizan recital, danza, concurso de musas para coronar, conferencia, en la casa de nacimiento del Héroe Nacional, y nada más.
Matagalpa disputa el origen del poeta con la ciudad donde creció, murió, y está sepultado: León Santiago de los Caballeros, en el occidente del país. Una divergencia sin sentido, Darío nació en Metapa (hoy Ciudad Darío) departamento Matagalpa, no hay nada que refutar. Sin embargo, este departamento no logra apropiarse del ilustre, igual que el resto del país.
Algunos pensarán: Rubén Darío murió empobrecido en relación a su genialidad; otros argumentarán lo común de la miseria en muchos artistas; hay quien afirme: poeta, borracho, loco, y pobre, son un todo en el proceso creativo; algunos coincidirán con él: no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo ni mayor pesadumbre que la vida consciente… (de un exiliado, borracho, y pobre).
Jueves 6 febrero 2014 - Matagalpa
Nota: Foto que tomé en la Casa Museo de Ciudad Darío, escultura cuyo autor desconozco.
Y yo, qué puedo hablar yo de Darío?...
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