domingo, 18 de mayo de 2014

El mandador



Demuestra poder: manda empleados como servidumbre particular, miles de dólares en salario más viáticos y dietas, vehículo de lujo y conductor guarda espalda; varios sombreros de jefe le permiten sus actos nada limpios en la administración del erario y la política; dueño de  maquinarias, inmuebles, cuentas bancarias y voluntades.

La señora afanadora de la institución, por el mismo salario, antes de marcar el reloj en la mañana sirve a la residencia del honorable señor. Los empleados públicos no protestan, quien critica corre peligro, pierde el trabajo y no será contratado en ninguna entidad gubernamental, temen ser despedidos, preservan su contrato y callan, más bien las personas deben agradecerle estar en planilla o recibir carta para conseguir trabajo o hacer negocios. Los sindicatos dependen de las directrices del licenciado.


Los empleados le nombran por su título profesional, otros por su nombre. Mencionarlo genera admiración, miedo, hipocresía, críticas, y desafíos. Quienes le conocen hace años lo califican tacaño, razón por la cual no desaprueban su capital, otros lo desprecian por su historia y habilidad de aparentar, y no falta quien públicamente describa sus concepciones y actos aunque él lo incluya en lista negra: Estar anotado en significa muerte civil y podría considerarse, según las circunstancias, desaparición física.

Él es un gran comerciante, logró salir de la pobreza construyendo su imagen de esforzado y bonachón, y en la medida que escalaba su poder y aumentaba su cartera le brotaban nuevas máscaras en una metamorfosis hasta quedar sin rostro.

El mandador pierde su cara y muestra la de quien le manda. Así obtiene privilegio de administrar dinero público y embolsarse envidiables ganancias. Mientras los empleados reciben una miserable paga, les niega viáticos y horas extras aunque laboren fines de semana o días feriados.

Rebeldes ante la arbitrariedad renunciaron operarios de la construcción, pues el licenciado les redujo el salario, y como consecuencia las obras de progreso no avanzaron como debían. Él se impuso, no importó avasallar, violar la ley.

El Estado de Derecho se aplica selectivo. El licenciado no paga cuatrocientos córdobas al mes, a una institución benemérita, por el servicio de garaje de su auto privado, donde lo guarda bajo techo desde hace cuatro años, amparado en su cargo y porque del presupuesto público asignan una mínima cuota mensual al organismo.

De la oficina utiliza equipos y personal para animar la fiesta infantil de su heredero, de igual manera en su escritorio recibe platillos y bebidas adquiridos con dinero estatal.

Mientras, las calles asfaltadas en los cerros deslumbran a la barriada cuyos habitantes reciben regalías para jurar lealtad a la jerarquía. Ignorancia, desempleo, vagancia, violencia, alcohol y drogas, crecen en las colinas y bajan sus protagonistas a crear intranquilidad en la urbe del centro donde corruptos y testaferros señorean lujos.

Mayo 2014
Matagalpa

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