Anabel enferma más cada día. Sus
huesos se están volviendo transparentes y distorsionan más rápido, deberán
operarla de los riñones, sufre problemas digestivos y taquicardia, de donde
alquila, en cien dólares mensuales, y casi 400 córdobas por energía eléctrica,
el propietario la está corriendo a gritos y ofensas, contiguo a uno de los
edificios del Colectivo de Mujeres de Matagalpa.
El dinero no le alcanza para vivir
en mejores condiciones habitacionales, nutritivas, sicológicas, tampoco para
pagar lo justo a una persona que la bañe, peine y vista, le cocine y sirva la
comida, lave y planche la ropa, le cambie la toalla sanitaria, la siente en el
retrete y limpie el ano cuando defeca o la vagina cuando orina, le asee la casa
porque ella es aseada, la levante de la silla de ruedas y acueste en la cama, y
luego la levante de la cama para sentarla en la silla de ruedas, le haga los
mandados o la acompañe en ellos por las calles atestadas de conductores peligrosos,
y ladrones.