Alexa Lugo Guevara
- La masacre de la Guardia Nacional en el Hotel Soza
No me ha gustado hablar o escribir sobre esta gesta histórica pero ahora lo hago, consciente de que cada esquina y cada compañer@ es dueñ@ de su propia historia. Me arriesgo a contar lo que viví en el sector del parque Darío, desde la esquina del doctor Ufión hasta la esquina donde vivían los compañeros Loredo, el centro de Matagalpa.
- La masacre de la Guardia Nacional en el Hotel Soza
- La desbandada hacia Estelí
No me ha gustado hablar o escribir sobre esta gesta histórica pero ahora lo hago, consciente de que cada esquina y cada compañer@ es dueñ@ de su propia historia. Me arriesgo a contar lo que viví en el sector del parque Darío, desde la esquina del doctor Ufión hasta la esquina donde vivían los compañeros Loredo, el centro de Matagalpa.
Abunda
la historia en la calles de Matagalpa en esas fechas de 1977, 1978; a diario había algo porque protestar y hacer
que la guardia saliera de su cuartel para esperarlos con piedras y bombas de
contacto, por ej. : El cese al aislamiento de Tomás Borge y Marcio Jaén, la
libertad inmediata de nuestra hermana Mayor Margine Gutiérrez. Era nuestro
trabajo en esas calles donde nuestro fiel compañero se llamaba peligro.
El 27 de agosto de 1978 se dio el asesinato
atroz de nuestro hermano José Alberto Chavarría, lo que encendió la llama de
explosión. Recorrimos Matagalpa con su cuerpo inerte, presos del dolor e
indignación, aunque Matagalpa vivía insurrecta ya que manteníamos a diario una
lucha campal con la guardia.
Ese
día, creo que el 27, en fracciones de segundo abrimos las puertas del bodegón,
sacamos los sacos de fertilizantes y formamos barricadas, empezaron a salir
armas de bajo calibre, recuerdo a Ramiro Tijerino con un rifle 22 que estaba
entre las armas de más alto alcance. Cada quien se rebuscó una pistola y los
más suerteros, alguna escopeta, pero la mayoría de las armas eran pistolas.
Yo
andaba desarmada la primera tarde hasta que llegué a la casa de María Mercedes
Tijerino que vivía de la casa Loredo 25 varas al sur ,esa casa la ocupábamos
tipo puesto de mando ( en ese tiempo no usábamos ese término) , la Merchu, como
la llamábamos cariñosamente, me llamó a la cocina y me dijo, flaca te voy a dar
esta pistola que era la que Doris usaba antes de caer presa , para mi aquello
fue el más grande estimulo , me sentía que andaba con una tanqueta, esa noche
me fui a la esquina donde estábamos parapetados y le conté a mi
amigahermanacompañera Ileana Morazán la historia de mi gran adquisición.
Siempre salíamos a hostigar a la guardia, no parábamos de disparar.
Quiero
hacer énfasis en que esta insurrección no fue dirigida por nadie, ahí no hubo
jefes, ni nada por el estilo, todos éramos compañeros, unos más fogueados que
otros, pero en honor a la verdad no fue dirigida por nadie y menos apoyada por
algún tipo de dirigente externo. La mayoría de los participantes estaban
organizados en el FER, AES y células del FSLN. La insurrección fue espontánea,
algo iniciado en el momento.
En
las noches, para levantarnos la moral, se sacaba el rumor de que Modesto estaba
en camino para apoyarnos, en esos días, para nosotros, Modesto era la Octava
Maravilla de la runga en el FSLN.
Oscar
Darío Sáenz y Bony Rivas me propusieron
ir a hostigar una guardia que estaba en la casa de Rigoberto Delgado, el que
fungió como jefe político en esa fecha, y nos fuimos los tres.
Oscar
Diario caminaba adelante con una 38, yo le seguía con mi pistolita 22 y Boni
detrás de mí con una pistola 45.Cuando
llegamos donde era la tienda de doña Irma Mantilla, nos dimos cuenta que
estábamos encerrados Oscar Diario y yo;
Bony se quedó solo del otro lado en la casa de la familia Vega, no tuvo otra
alternativa que regresarse al parque ya que en la esquina de la farmacia González habían dos becat llenos de
guardias y otros dos en la esquina de la
ferretería El Serrucho. La guardia estaba en la casa de Rigoberto, solo los
dos, nos cruzamos a la acera de enfrente pues teníamos más lugar de
parapetarnos, no dejamos de disparar, Oscar Darío para el norte y yo para el
sur.
De
repente mire a Oscar subirse al poste de luz que está en el hotel Soza, parecía mono, subió y en
fracciones de segundo entró al hotel y me abrió la puerta de abajo, ya que era
de dos plantas , de la casa de doña Lolita Castillo, una de las muchachas que
vivían ahí nos dio un rifle 22, por el patio interno por donde se comunicaban
las casas, no nos detuvimos ni 5 minutos, sólo entramos por el frente y salimos
por la parte trasera que daba al río Grande de Matagalpa.
Llegamos
al parque Darío y ya la masacre del Hotel Soza estaba perpetrada, imposible
regresar, éramos menos en hombres y en armas La guardia se tomó por completo
esa cuadra. Esta historia yo nunca la había contado por la consecuencia que
esto conllevó, pero la verdad, así fue, luego de eso seguimos hostigando a la
guardia, con más coraje y arrechura pues sabíamos de la salvaje masacre del
hotel Soza.
Siempre,
por las tardes, llegaba un momento a una casita bonita, color amarillo, en un
cerro donde siempre encontraba un remanso de paz y amor, era la casa de nuestra
querida Ana Julia Gutiérrez, donde siempre encontramos amor y palabras de ánimo
para continuar con esa lucha que habíamos emprendido.
Para
nosotros fue invaluable el apoyo de la Mita Cisneros, esa casa era un lugar
donde llegábamos, nos cambiábamos de ropa, comíamos por supuesto, y volvíamos a
salir a la calle a seguir dando la
batalla: La mita siempre nos trató con mucho amor y siempre estaba apoyándonos
en todo lo que había que hacer.
Me
llama la atención leer o escuchar que alguien sirvió de mediador o negociador
para un alto al fuego y el único alto al fuego, por unas horas, lo gestionó el
padre Aquiles Bonnucci, ninguno de nosotr@s participó en negociación alguna.
Con
mis compañeras, Ileana Morazán e Isabel Castillo, en esa insurrección, fuimos
inseparables, el único momento que me separé de ellas fue en mi incursión al
Hotel Soza.
Me
llama la atención escuchar palabras como repliegue o retirada, nadie organizó eso ahí, no estaba Carlos
Núñez, ni Francisco Rivera para ejecutar esas acciones, ahí fue sálvese quien
pueda. Es falso que hubiera acuerdo de alto al fuego y menos repliegue o retirada.
Hay que ser honestos con la historia.
Salimos
en desbandada, menos de cien Cuando salimos las tres las últimas, estábamos en
esas tres barricadas, eran casi las seis de la tarde: Ileana, Isabel y yo.
Corrimos en dirección sur, no sabíamos para donde, sólo que debíamos de correr
lo más que pudiéramos. Era uno o dos de septiembre de 1978, no recuerdo bien.
La
gente en la puerta de sus casas nos decían, adiós muchachas, que Dios las
acompañe , corran rápido, no se dejen agarrar; y nosotras sólo decíamos adiós
con la manos y corríamos calle arriba, al llegar a la esquina de doña María Matus nos
encontramos con Eliodoro Peña y nos dijo que hacíamos a esas horas todavía en
Matagalpa , nosotros contestamos, no sabemos para dónde ir, él nos llevó a una
casa donde don Eudoro Guerrero que vivía de esa esquina 25 varas al sur, la
ronda de la ciudad, hacia el cerro La Virgen. Ya eran las ocho de la noche,
llegamos con toda la desconfianza del mundo, el señor nos mostró un cuarto
donde dormir y ahí pasamos la noche, obvio que sin dormir.
Cuando
amaneció le pedimos a don Eudoro que fuera a mi casa, frente al parque
Darío, con una nota pidiéndole a mi
hermana nos mandara ropa, al tiempo el señor regresó, con ropa que él había
comprado por que mi casa había sido tomada por la guardia.
Con
esta nota quiero abrazar a mis herman@s que me acompañaron en esta valiente
insurrección: Ernesto Cabrera, Reynaldo Mairena , Oscar Lugo, Denis
Gutiérrez, Naney, Chico Calvo, José
Abraham Castillo, Bony Rivas, Eliodoro Peña; que en donde se encuentren reciba
mi abrazo de luz; y a los que aún están en este plano de vida: Ileana Morazán ,
Isabel Castillo , Ivania Gutiérrez, María Mercedes Tijerino, Gloria Gutiérrez,
Leana Montes , Dora Vidaure, Auxiliadora Larios , Jaime López, Clarence Silva , Edwin Silva , Marcos Largaespada, Juan Carlos
Blandón, José Elías Largaespada, Absalón Gutiérrez , Víctor Guevara, Néstor
López Fernández , Néstor López Frech, Marvin Galeano , Oscar Darío Sáenz,
Allan Vivas, Emilio Montes , Jaime Alfaro, Ramiro Tijerino, La Waika (Melvin).
Hoy
suenan muchos nombres detrás de esas pañoletas, en esa foto que recorrió el
mundo, pero esos rostros tienen estos nombres:
De
pie: Clarence, José Abraham, y Boni.
Agachados:
Pancho, La Waika (Melvin) y Edwin.
Quizá
algunos no estén de acuerdo con lo narrado pero ésta es mi verdad
27
agosto 2015
Otros
detalles, parte de la desbandada heroica hasta llegar a Estelí.
Como
he mencionado anteriormente, ésta es mi verdad, e insisto, cada esquina y cada
compañer@ combatiente es dueño de su propia historia en esta épica espontánea
insurrección.
Creó
que fue el 29 de Agosto de 1978, por la tarde, que presencié algo que me gustó y quedó grabado
en mi mente. Pasando por la clínica Monserrat mire a mi tío Trino entregando
una pistola 9 mm a Víctor Manuel Guevara. La gente de esa clínica jugó un papel muy importante en esta gesta,
médicos y personal estaban prestos a socorrernos medicamente en cualquier
momento. Puedo recordar a Juanita Monserrat, así la llamé siempre pues desde
que tuve uso de razón trabajó en esa clínica; el Doctor Jorge Ruiz
Quesada y mi tío Trino, el Dr. Trinidad Guevara Ruiz.
Para
mí el tío Trino era la ley, creó que es
al único hombre que me le he puesto firme, sedita. Era mi figura paterna,
siempre su protección fue tangible y por eso cuidaba mucho no me viera haciendo cosas que le podían parecer
incorrectas.
Esa
tarde en que nos fuimos de las trincheras, uno o dos de septiembre, llegué a la
esquina de la casa Loredo, a conversar con Denis Gutiérrez y Rodolfo Mendoza.
Comentamos que ya estábamos menos por ese lado, eran casi las 4 de la tarde y
les dije, iré a hablar con Ileana e Isabel para ver que vamos hacer. Ya se
sentía que l@s muchach@s se estaban yendo, dispersando poco a poco.
Cuando
caminaba por la acera de la casa de Don Mario Amador, frente a la Clínica
Monserrat, estaba afuera el Doctor Ruiz Quesada, Juanita Monserrat, otra
enfermera, quizá Flor Gutiérrez, y mi tío Trino; cuando les veo quiero aligerar
el paso pero, escuchó que me llama... ¡Herminia por Dios! (un dicho mío en ese
tiempo). Sentí mi cuerpo temblar, Dios mío, me dije, ya la agarré; pensé que me
llamaba para regañarme o algo por el estilo, pero no. Me llamaba para darme la bendición y decirme
que mi Ángel de la Guarda me acompañara siempre. Me abrazó y besó mi frente.
Continué
mi camino, hacia la casa del doctor Ufión, donde estaba el resto de mis
compañer@s .Cuando caminaba por la casa de Don Salvador Mendoza, encontré a
Marcos Largaespada y me dijo, flaca, hay que irse, yo siempre seguí caminando
hasta esa esquina. Se sentía un aire denso en el ambiente, cuando llegué a
donde me esperaba Ileana e Isabel, nos quedamos viendo como quien dice, ¿y
ahora qué?
Ya
en esa esquina solo quedaban como ocho muchach@s. La presión de la guardia era
cada vez más fuerte, avanzaban disparando hacia el parque Darío, se escuchaban
ruidos de disparos de diferentes armas, hasta tanqueta. Denis Gutiérrez, desde
la esquina de la casa Loredo, nos gritaba que nos fuéramos y nos hacía seña con
las manos de que era hora de salir en guinda, lo miramos correr hacia Palo
Alto. Nosotras todavía nos quedamos cambiándonos zapatos, Ileana me tenía unas
botas suela de tractor, un número menos del que usualmente calzaba, pero me las
puse así. Nos fuimos huyendo, como a las seis de la tarde, hacia el sur, hasta
llegar donde don Eudoro Guerrero y ahí nos refugiamos toda la noche.
Salimos
de Matagalpa a eso de la siete de la mañana del día siguiente, no recuerdo si
era 1 u 2 de septiembre, caminamos cuesta arriba hasta llegar al cerro La
Virgen, nos enrumbamos hacía La Sirena,
una poza que queda en la propiedad llamada Apante (finca) de mis abuelos
maternos). En La Sirena nos
encontramos con tres estrellas: Néstor
López Fernández, Oscar Lugo Guevara, y Luis Alfredo García; cuando los vimos
nosotras respiramos y la verdad que nos alegramos, porque ya no estábamos
solas. Platicamos, nos contamos lo último que vimos, etc., les parecía mentira
que nos hubiéramos quedado durmiendo en la ciudad de Matagalpa, pero era la
verdad.
Continuamos
juntos por el camino en dirección a Terrabona.
Néstor quería llegar ahí para luego salir a la carretera Panamericana,
rumbo a Managua. Fue un trecho largo y tortuoso, llegamos como a las once de la
noche, casi en la entrada de Terrabona encontramos una troja y nos metimos ahí
con la esperanza de descansar.
Un
poco antes habíamos encontrado a tres hombres y eso nos puso alerta, cuando
entramos en la troja, y estábamos buscando como acomodarnos, escuchamos unos
disparos al aire, nos suspendimos en el instante, eran jueces de mesta
alertando a la guardia que estábamos ahí.
Nuevamente
emprendimos el camino pero en vez de avanzar era de retroceso; caminamos y
caminamos hasta llegar a Cerro Largo (Matagalpa), como a las siete de la mañana
en una quinta que creo es de la familia Baldizón. Los tres varones se reunieron y nos llamaron.
Dijeron que debíamos separarnos, las tres mujeres por un lado y los hombre por
otro. Eso nos cayó como un balde de agua helada, pero siempre fuimos así, jamás
dábamos nuestro brazo a torcer, si creyeron que le íbamos a pedir cacao se
equivocaron, debíamos demostrarles que éramos capaces de hacer lo que fuera sin
la ayuda de ellos, enterramos las armas en esa propiedad.
Aún
no sabíamos a donde ir pero nos montamos en el primer bus que pasó para
Managua, iba atestado de personas que viajaban. En ese tiempo los buses de
transporte colectivos eran pequeños. Fui la última de la tres que abordó el
bus, justo en Cerro Largo, de repente escuchó mi nombre de la parte trasera,
era doña Amanda Torrez González dándome una regañada, de mentirita, y
haciéndome señas de que me acercara donde ella. Cuando logré pasar por encima
de tanta gente, me dio 100 córdobas y me dijo, busquen donde bajarse, la
guardia viene detrás y Zamora al mando, ella sabía que Zamora nos conocía muy
bien a las tres. Le dije a mis compañeras, tenemos que bajarnos donde sea,
Zamora viene atrás y hay un retén en Sébaco.
Nos
bajamos en Chagüitillo, Isabel tenía amistades o familiares ahí. Caminando
llegamos a la casa de sus amigas o familia, nos acogieron muy bien, nos
prestaron ropa y zapatos más adecuados, una muchacha nos pintó, (ja, ja, ja,
mejor me rio), salimos por Chagüitillo rodeando el valle de Sébaco hasta llegar
a San Isidro, aquí me encuentro con un señor, amigo de mi familia, que era telegrafista y tenía que ver algo con la
Guardia, se llama Noel Santamaría, inmediatamente me reconoció y me preguntó
que andaba haciendo por esos lados, yo frescamente le dije que iba para León,
algo me decía que ese hombre vestido de kaki no me iba a delatar.
Llegamos
a León, en bus, alguien o algo nos dirigía, porque la verdad, a ciencia cierta,
no sabíamos que haríamos. Yo, siempre que iba a León, a la UNAN, a recoger
material de estudio y material explosivo para las bombas de contacto, siempre
iba a la casa de Doña Isabel López, madre de Donald López (el chatel) y Jorge
López, ell@s vivían frente a la facultad de Derecho. Serían como las seis de la
tarde cuando tocamos la puerta, León también estaba desolado. Cuando esa señora
me vio se pegó un susto y me dijo, muchacha, y me abrazó, y yo me quedé
extrañada, no sabía que le pasaba, pero luego me dijo, estoy leyendo el
periódico y dice que a vos, a Sadie Rivas, Ileana Morazán y no me acuerdo a
quien más, las subieron a un helicóptero y nadie sabe para dónde las llevaron.
Comimos en su casa, cuando terminamos de comer ella me dijo, Alexa, sabes
cuánto te quiero, pero también sabes el color que tiene mi casa, pero ya
buscaré un contacto para que las ubiquen en otro lugar más adecuado.
De
esa manera conocimos al Chele Najar, él llegó a recogernos de la casa de doña
Isabel y nos llevó a otra casa, y así anduvimos de casa en casa, hasta que
Ileana Morazán dijo que así no podíamos seguir, que debíamos estar en un lugar
donde tuviéramos un contacto más serio con el FSLN. Nos mandaron a una casa
fuera de León, ya las tres andábamos incómodas, cansadas, desanimadas por la
falta de poder establecer contacto con alguna estructura que nos indicará que
hacer. En esa casa decidimos irnos para Estelí. Le pedimos a la señora dueña de
la casa el favor de irnos a dejar a San Isidro, por supuesto aceptó muy
contenta, nos llevó, ya oscurecía, ahí nos encontramos con el tío de la
Chilona, (Auxiliadora Larios), (este fue el piloto que dejó caer la bomba en el
comando de Estelí, en julio 1979) y él, en su carro deportivo, nos llevó a
Ileana, Isabel y yo para Estelí.
En
la ciudad de Estelí nos encontramos con nuestros compañeros, María Antonieta
Gutiérrez y Felipe Sáenz, ya ellos se
habían integrado con anterioridad a la guerrilla. Uuufff, respiramos y nos
sentimos nuevamente en casa. Nos llevaron a un lugar por el boulevard y ahí
encontramos a un guerrillero, y yo, con mi manera peculiar de ser le dije a mis
compañeras , oeee, ese no es aquel dirigente del CUUN que, cuando llegábamos a Managua
, lo encontrábamos leyendo el periódico y con los pies encima de un escritorio,
y siempre , siempre leía el periódico; casualidad que, cuando Isabel y yo
llegábamos, lo encontrábamos leyendo y él no saludaba, cuando otro compañero
nos entregaba el material , él nos miraba por debajo del periódico y continuaba
su lectura. Isabel me dijo en voz baja, es el mismo, Antenor Rosales. Ese día
por fin nos saludó, y más tarde me preguntó si era hermana de Margine
Gutiérrez. Era el sábado 9 de septiembre 1978, ocho de la noche. Se combatía en
el centro de la ciudad y en el barrio el Calvario. La primera insurrección de
Estelí.
Nos
ubicaron en un comando, siempre juntas las tres. Ahí también nos encontramos a
Marcos Largaespada y nos contó como salió de Matagalpa. Nos dieron armas y
empezamos a actuar en Estelí, a combatir junto a otra gente, otr@s compañer@s.
Esa insurrección si estaba bien planificada y organizada, con sus respectivos
mandos, etc.
Una
de las últimas noches, creó que el jueves 21 de septiembre, algo así, no
recuerdo bien, Ileana, Isabel y yo,
siempre juntas, estábamos preparando nuestras mochilas para cuando dieran la
orden de retirada. En eso apareció Marcos Largaespada y nos quedó viendo a las
tres por unos minutos, nosotras nos mirábamos pero no dijimos nada hasta que él
rompió el silencio, flaca necesitó que vengas conmigo, Ileana dijo, yo también
voy, pero Marcos respondió, no, espera aquí, y nos fuimos, Marcos y yo, no
hablamos nada en el camino hasta que llegamos al comando central y me presentó
ante Miguel Ángel al que ya conocía. Marco le dijo, esta es la compañera que me
pediste, de las tres de Matagalpa. Miguel Ángel, Francisco Rivera Quintero, le
dio las gracias y me metió a un cuarto donde había radios de comunicación, etc.
y me dijo que tenía una misión para mí, que había pedido a una compañera con
formación política ideológica consolidada por que la misión encomendada lo
requería, y de esta manera me separé de mi amigacompañerahermana Ileana Morazán
e Isabel.
29
agosto 2015
La partiste Alexa!
ResponderEliminarUna página completita de la historia; qué bueno que después de tanto te destapaste, no solo para narrar esta pieza que desvela el compromiso y heroísmo de esta generación, y por la verdad histórica, sino también porque sacaste a relucir tus camuflados dotes de escribidora.
Un fuerte abrazo y adelante!
LUIS MONTOYA ROURK
Y así se templó el acero!
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