Asfixia el ambiente en este país, con
más de doscientos muertos, más de doscientos presos políticos, miles de heridos
y exiliados, no se conoce cuántos desaparecidos, desempleo, represión y
rebeldía en cinco meses de batalla que aún no concluye.
El camino hacia la democracia sigue
siendo tortuoso para la sociedad, engendrando ira y rencor, venganza y honor,
la misma simbología histórica en las luchas civiles, similar lenguaje y acción.
Surgen el matador criminal y el matador justiciero. Ganador y perdedor.
Domina el habla soez, los fusiles empuñados,
crueldad en las cárceles, la sangre boyante, la burla y la jodarria enfrentando
la muerte como si el escenario bélico fuese una barrera para jinetear toros o
ennavajar gallos. Temen a la muerte, pero la desafían aun con el pecho
descubierto o con piedras en las manos frente a los disparos.
Por razones políticas, continuamente
los nicaragüenses se han matado entre sí. Una inapropiada concepción de
“convivencia” en este “suelo amado” de lagos, volcanes, ríos y montañas, que
generalmente ensangrientan. Los gobernantes no han sido capaces de crear una
cultura de justicia social, paz y progreso.