Parece que fue ayer cuando escuché balazos y estallidos en
las calles; jóvenes con pistolas, bombas de contacto y molotov, incendian
llantas, proclaman la insurrección popular, rostros cubiertos con pañuelo
rojinegro.
Parece ayer: Veo cuerpos muertos en fotos de periódicos y
videos noticiosos, sediciosos “sandino
comunistas castristas” los califican en comunicados y discursos oficiales, los
acusan de terroristas en plaza llena
de seguidores glorificando al general Somoza que gobierna.
El excelentísimo señor presidente viste traje azul
oscuro, dejó el uniforme militar para suavizar su imagen, habla de Cristo,
perdón, orden, democracia, leyes, constitución, defenderse del comunismo
internacional que pretende darle golpe de estado.
Manifestantes frente a cárcel La Modelo, madres
angustiadas, con el corazón en la boca,
pidiendo libertad para presos políticos y respeto a sus derechos humanos, denuncian
que los torturan, iglesias católicas ocupadas por encapuchados gritando: Muerte
a la dictadura. Más de cuarenta años atrás.
Las fuerzas del orden público actúan firmes para mantener la paz. Sí, fue ayer, recuerdo
muy bien. Siete, ocho, o nueve, vehículos con uniformados empuñando armas de
fuego garantizan la tranquilidad por
donde transitan. Protegen la prosperidad
económica.
Los grandes empresarios se alertan para evitar pérdidas o
declararse en quiebra. Con la dictadura obtenían ganancias fabulosas, hasta que
el comandante jefe acaparó más negocios y restó espacios financieros a demás
inversionistas, creando inconformidad.
Las empresas son asaltadas por sandinistas, camiones distribuidores
interceptados y repartido los productos en los barrios, robado el dinero de las
ventas, implementando entre la gente un nuevo modelo de obtener ingresos.
Potencial subversión. Partidarios del dictador jamás
imaginaron la derrota, mucho menos la huida del general de cinco estrellas. Un
nuevo grupo asciende al poder, promete honradez, eficiencia, democracia,
progreso, justicia social. Discurso de izquierda para los pobres.
Cuarenta años ha transcurrido la vida nicaragüense sin
cambios sustanciales, más bien se fortalecieron expresiones culturales
cimentadas en el caudillismo, la monarquía y el fascismo; orientaciones de
orden mitológica, con deidades y demonios, alimentando la escasez de
conocimientos y supersticiones.
Parece ayer, cuando el pueblo condenaba la corrupción de
la familia gobernante, los negocios del Somoza hijo mayor de la dinastía
amparado en el estado de Nicaragua, aumentando su fortuna con tráfico de
influencia. Después del terremoto de 1972, crecieron vertiginosamente las
inversiones y ganancias de la familia dinástica.
Funcionarios públicos propietarios de residencias en
zonas exclusivas, casa en el campo y en la playa, haciendas, vehículos lujosos,
exquisita bebida y comida, hijos en los mejores colegios y en prestigiadas
universidades del extranjero, viajes al exterior en vacaciones, inmejorable
salud. Disfrutando el poder.
Creen que el pueblo nicaragüense necesita mano dura,
dictadura que mantenga el orden y el país progrese, pero no ha dado resultados
positivos. Cuarenta años después el desastre impera, con muertos, heridos,
presos, exiliados, pobreza desmedida para muchos y riquezas exuberantes para
pocos.
Quizá consideren los incontables que vivieron aquella
época, ésta sea más cruel. Personas desarmadas enfrentaron a fuerzas policiales
y paramilitares entrenadas para matar. La diferencia conceptual y de valor
radica en que la mayoría de sublevados fueron cívicos no bélicos.
Quienes recurren a las armas para resolver conflictos políticos
han sido los gobernantes, en diferentes épocas de nuestra historia. Fundadores
del Frente Sandinista, en 1961, declararon que optaban por la lucha armada
debido a que no había opción democrática para acceder al gobierno.
Esta vez no ha sido diferente, cuarenta años después que
una generación derrocó a una dictadura, parte de la ascendencia anterior y la progenie
actual luchan para que haya cambio de sistema político en Nicaragua. Tantos
sacrificios, tanta sangre, tanta lucha, y no hemos avanzado en este país lo que
en el tiempo se hubiera logrado.
La gente inconforme se expone a ser herida, apresada,
asesinada. El ambiente tenso, amenazante para los opositores es demasiada
presión que podría, sin duda, explotar nuevamente en rebeldía, como en el 2018.
Cuarenta años después quien gobierna sigue considerando
la cárcel, la golpiza, y la muerte, la solución a la injusticia social y
miseria humana y económica que impera en el país.
Jueves 18 julio 2019
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