La Sangre de Cristo, calcinada en catedral de Managua. Foto Cortesía Oscar Navarrete. 31/07/2020 |
Los fieles a la pareja presidencial se irritan con este título o se burlan, posiblemente amenacen. Les comprendo.
No es fácil soportar la desprotección cuando: Se desconoce la habilidad de surgir con esfuerzos propios; temes separarte de la congregación que te identifica y beneficia; tu existencia no quiere dejar atrás un pasado que te vindica, para bien o para mal.
Bastante gente ha obtenido beneficios económicos del FSLN cuando gobierna o en oposición. Los activistas del partido siempre les recuerdan que reciben ayuda del comandante Daniel, aunque sea con dinero del Estado.
Otros, un grupo selecto, ha generado riquezas millonarias para sostenerse y financiar el poder de Ortega y su familia, socios del gran capital enraizado heredero colonial.
La mayoría adoradora de Daniel y su señora no trascienden la tradición política nacional durante los dos siglos neocoloniales. Se excitan con líderes, aunque su genialidad no supere a los Rolling Stone.
Pero, el matrimonio gobernante no ha logrado más que construir periodo sangriento, de corrupción y miseria, exiliados, prisioneros, torturados, y cadáveres.
Ofensas, balazos, muerte, amenazas, corruptos y pobres, no deben caber en Nicaragua (utopía que motiva) actualmente llamado un desastre del centro continental.
Los del FSLN mantienen el discurso de antaño: combatientes, héroes, mártires, victoriosos, bueno a las balas. No difieren en la historia nacional con liberales, conservadores, somocistas, contrarrevolucionarios.
Daniel y Rosario prototipos de esa cultura de quienes exigen obediencia ciega al mandamás, obligan o compran a sus activistas y sean fieles sin pensar, sólo obedecer, por disciplina revolucionaria.
No han respetado. Han agredido a la sociedad nicaragüense. Para mucha gente son despreciables. Sus votantes sólidos no superan el 20%. Demeritados. Lo saben Daniel Ortega y Rosario Murillo.
¡Están derrotados!
Sábado 1 agosto 2020
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