(Foto: Byron Picado Molina)
En el local es delicioso permanecer por el colorido diseño, atención, menú, y sobre todo la quietud aun cuando se encuentra en el costado Este del parque Rubén Darío, en Matagalpa, en la centenaria casa Guevara.
No siento el fastidio que en otros lugares me provoca los gritos de la clientela y el alto volumen de la música comercial. Ahí se reúnen personas cordiales y vehementes conversadoras de temas interesantes o importantes para sus vidas, acompañadas con melodías que suenan en parlantes a volumen apacible.
Es una relajante impresión la estancia: La fibra del bambú en el balcón de la alta acera colonial, mesas y asientos de madera, murales frontales, el interior de rayas verticales rojas y blancas, sillones tapizados, el barro de las artesanías y el negro brillante de la cerámica, el tinte de las manilas hechas bolsos y carteras, rosquillas y café de calidad, frutas tropicales, libros y revistas que te gustará leer, el clima fresco de Matagalpa y el microclima creado por dos árboles en el frente, nada más faltaría una hamaca.
La cuchara en manos de su propietaria, Alexa Lugo Guevara, ofrece delicias culinarias que casi nunca logras degustar en otros sitios de la ciudad. Por ejemplo, yo que pocas veces como fuera de mi cocina, disfruté una sopa de tortillas, la cual no saboreaba (desde que mi abuela se alejó del fogón) hace muchas décadas y quedé satisfecho.
De igual manera podrás paladear quesadillas, chalupas, y cuando sorbas cacao, pozol, tiste, inevitablemente recordarás los pregones callejeros de mujeres, en su mayoría, vendiendo las masas, pues ya no se escuchan y casi no se encuentran esos refrescos en restaurantes.
Además, la carta te incita cuando lees chancho con yuca, vigorón, tacos, pupusas, sandwich; desayuno con gallopinto, huevos, jamón, frutas, jugos naturales.
Es fijo que sábado y domingo llegás y te tirás una sopa de res y todos los días una sopa de pollo con albóndigas, también sopa de frijoles con chicharrón, sopa de cebollas, hervidas con todas las hierbas tradicionales (yerbabuena, chicoria, perejil…) cuyo aroma excita las papilas.
Para rematar, con buen gusto, el postre de arroz con leche o flan o el casi desaparecido tamal de maizena.
Por supuesto, pedís tu bebida espirituosa consumida prudentemente, no hay posibilidades de extralimitarse para bien del ambiente y la selecta clientela.
Date tu vuelta y lo disfrutás, hay más en el menú.
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