Ver los centros de votación casi vacíos en Matagalpa,
donde vivo, me satisfizo.
Recorrí las calles y bastante gente me manifestó su
inconformidad con el sistema político nicaragüense, no sólo antisandinistas también antiguos militantes del
FSLN. Algunas amistades, en las Juntas Receptoras de Votos, me confesaron hubo
votos válidos inferior a ciento cincuenta como promedio.
Me agradó
porque fue una expresión cívica y no hubo violencia física, salvo algunas
expresiones ofensivas en las redes sociales que, confieso, en algún momento provoqué
consciente para observar reacciones culturales y medir cuánto hemos avanzado en
la construcción del pensamiento respetuoso de otros criterios.
Sabía
que Daniel Ortega y su esposa ganarían, por múltiples razones conocidas,
principalmente el control que tienen sobre el Consejo Supremo Electoral y la
ausencia de partidos opositores verdaderos, pero la expectativa estaba en la
cantidad de personas opuestas al proceso amañado y a políticos desprestigiados.
No
votar o anular la boleta fue una expresión superando el deseo de agarrar las
armas para lograr cambios. La mayoría dijo basta de dictadura, basta de corrupción,
basta de miseria. Un buen paso para continuar tratando de crear un país sin
zánganos gobernando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario