La muerte de seres queridos estremece a nicaragüenses. Pandemias
se han sumado al selecto grupo de victimarios de la sociedad, la mayoría perjudicada
con bajo poder adquisitivo.
En la historia patria el luto ha permanecido por miles de
muertos políticos, torturados y asesinados, o por las pestes que ahora la gente
informa inmediato en las redes sociales.
La primera vez que presencié varios asesinados, amontonados
en la tina de un camión volquete, debido a enfrentamiento partidario, fue el 22
de enero de 1967, en la Plaza de la República, Managua.
Ese impacto repudiable para un niño de nueve años, en
cuya memoria grabó las imágenes asociándolas a Francisco de Goya y Lucientes lo
cual le ayudó a no quedar traumado al nivel de perder la razón. Mejor afirmo que hasta el momento no hay evidencias demenciales debido
a ese encuentro infantil con la barbarie.
Los nicas experimentan angustias cuando erupciones
volcánicas, terremotos, huracanes, sequías, represiones, guerras.
Producto de esa realidad se marchan cienes de miles, les
duele separarse de la prole y amistades, pero han huido para salvar
la vida y mejorarla económicamente.
En el exilio viven olvido del origen
territorial o nostalgia, aunque una buena parte puede sobrellevar la lejanía
compensando o compartiendo.
Dolos y más “calvarios”. A un buen porcentaje de la
sociedad nicaragüense le lastima la cantidad de activistas en prisión, sin derecho
a justicia, conmueve el tormento en la familia.
El martirio es insoportable en el país.
Desafortunadamente unos cuantos se formaron para dañar a
otros, felices jactan su poder de causar heridas, agreden para sentirse
superiores tratando de ocultar su inferioridad primaria, hasta desafían al
virus sin importarles perjudicar a otros.
Para dejar atrás tanto suplicio, la sociedad nica, se
denominen puchos o sapos, debe superar atrasados conceptos de liderazgo y cultivar
interactuaciones humanas racionales.
Domingo 19 septiembre 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario