La personalidad de mayoría de nicaragüenses, desde
antaño, ha sido forjada para ejercer la furia en la sociedad y desde el poder
político militar.
No es relevante si tenés dinero o sos paupérrimo,
profesional o iletrado, hombre o mujer, infante… sos nica encachimbado.
Por mínima diferencia con otra persona emerge la
defensiva y ataque, y hay quienes no aceptan otra visión de un fenómeno y son
capaces de asesinar a alguien o contratar sicarios que ejecutan.
Desde niño escucho las disputas familiares por pertenencias
y herencias, suceden rompimientos catastróficos entre consanguíneos, similar
entre amistades y compadres; fueron “por meras arrechuras” “andaba bolo” “enmarigüanado
es que andaba ese…” “tenía razón de pasarle la cuenta” afirman quienes cuentan
los hechos.
Las relaciones sexuales conceptuadas de macho y hembra, hasta
hace poco penalizaron la violencia del hombre contra la mujer y la niñez, pero
las leyes no bastan para erradicar los femicidios.
Años antes existía derecho a pernada, aceptable que la
niña deja de serlo y se convierte en mujer, en la cultura originaria es legal que
un “enamorado” llegue con una dote donde los padres de la niña de quien comentan:
“Esa se fue por su gusto” o “Se la robó”.
La tradición del patrón con la empleada. Hijos fuera de
matrimonio no eran parte de la familia ni podían matricularlos en colegios de
religiosos, eran valorados de menos y señalados por la sociedad, aunque algunos
tardíamente llegaron a firmarse con el apellido paterno.
Igual son discriminadas personas discapacitadas o con
capacidades diferentes, no existe institución estatal para atender esas
especialidades; junto a lesbianas, transexuales, homosexuales, son objeto de
burlas y fastidios, se ejerce saña con ellas en espacios públicos y privados.
También carecemos de centros estatales de asistencia a
niños trabajadores, a los que consumen drogas, aquellos que pernoctan en la
calle, en alto riesgo de ser criminales, jovencitas y jovencitos prostituidos.
Ahí donde hay conflictos peligrosos.
Desafortunadamente no supera ese nicaragüense arraigado
en esas relaciones de poder, del macho o la hembra, “del güevón o la güevona”,
del fuerte contra el débil, el caudillo y la señora, el patroncito y el jefe, el
general y el soldado, el torturador y el prisionero.
En este Nicaragua la paz interior es la que crea una coraza
energética que protege de las malevolencias externas, es un estadio superior
humano, la libertad que niega al sistema caduco y lo desafía.
Jueves 9 septiembre 2021
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