Cerro El tambor - Matagalpa / Sergio Simpson |
En una banca del parque Francisco Morazán recordé que
oriundos de este poblado añoran la Matagalpa de antes de los años ochenta del
siglo XIX, siempre se refieren a esa época y la describen próspera.
Exaltan valores y costumbres mestizas de personas cultas, descendientes de extranjeros, migrantes haciendo capital trabajando en las montañas, también la de invasores ansiosos del botín.
Igualmente exponen conceptos feudales en las relaciones entre hacendados y nativos; además algunos cuentan de las escenas bélicas recurrentes sin mayor beneficio para “el pueblo” originario sublevado.
Por las insurrecciones fueron destruidas antiguas casas y edificios de la ciudad, y entró la modernidad en la construcción, muchas piezas de valor arquitectónico han sido derribadas, crearon nuevos diseños en algunas antiguas residencias que mantienen originalidad con leves cambios.
En 1990, al término de la guerra había cien mil habitantes, ahora ronda los doscientos mil, se ven centenas de viviendas en las colinas, algunas levantadas en zonas propensas a deslaves, con la mayoría de las calles asfaltadas o empedradas, escasez periódica de agua potable, y deficiente alumbrado público.
Incluso, en el centro de la ciudad es una oscurana en las calles, la gente se guía por los rótulos de los negocios o bujías frontales de las viviendas y con el celular alumbra su senda.
Caminar en la noche es peligroso. Han divulgado casos de asaltos. Además, de las cantinas salen intensos encandilados por las ingestas, conducen moto o vehículo y te podrían atropellar.
Desafortunadamente la ciudad ha sido noticia y afamada por el comportamiento de ciertas personas bruscas que no limitan su consumo, se descontrolan y protagonizan trifulcas quebrando mobiliario e hiriendo a otro en los salones atestados de clientes; permanecen poco tiempo en la cárcel.
La sangre brota en las riñas adentro del local o afuera, en zona categorizada exclusiva. Eso se sabe por medio de comentarios en las redes sociales y con los memes infaltables. Heridos no sólo por enfrentamientos primarios, de igual forma los hay por accidentes viales. Ocasionan muerte o mueren dopados. En el peor de los casos quedan lisiados.
Es referente de hechos violentos el barrio Guanuca cuya fama le ganó el lema “Donde la vida no vale nada”, por tanto un reducido número de ciudadanos ha expresado inconformidad porque ahí han vivido familias de bien. Sin embargo, hay quienes consideran que el centro se ha convertido en un gran mercado Guanuca.
Pequeños vendedores con canastos o mercancía de las tiendas ocupan las aceras. Peatones no son respetados por los conductores infringiendo las señales de tránsito. El ruido terrible con anuncios o música que brotan de los parlantes en las ventas más las bocinas de los automotores.
Establecimientos de comercio importadores principalmente de marcas USA y China, mercadería nueva o para segundo estreno, precios elevados los unos en comparación con la calidad y baratísimos otros por no provenir directamente de la fábrica.
Quienes están ligados al magisterio o fueron estudiantes opinan que ha bajado considerablemente la calidad de la educación de la ciudadanía de Matagalpa, en parangón con la época de oro de la enseñanza pública y privada.
Algunos interesados en conocer cómo es ahora Matagalpa entre añoranzas recopilan información y van compartiendo, comparando, promoviendo estudios especializados e investigaciones, con gran entusiasmo mostrando productos de mínimo consumo sin ser muy comprendidos.
En resumen: La ciudad y su gente con miles de migrantes del campo; decenas de familiares de Matagalpa de antaño emigraron al exterior; de las montañas también miles se han ido; adinerados no son culturalmente opuestos a los tradicionales; la educación ha decaído tanto como el poder adquisitivo.
Lunes 9 enero 2023
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