Cuatro fueron
capturadas, dos de dieciséis años, y dos de veinte esposadas por uniformados
con armas, ya que solas ellas se movilizaban a pie gritando consignas, asfalto y
postes coloreaban con azul y blanco de la bandera nicaragüense, el Día
Internacional de los Trabajadores, al suroeste de la ciudad.
Lizzye Zelaya, estudiante,
campeona atleta de pista y modelo de pasarela, me cuenta:
“A ellas las agarraron en la zona de los semáforos
de El Familiar y la ferretería que es esquinera.
En esa cuadra fueron los hechos. Exactamente las
sacaron de la farmacia El Progreso.
Yo logré escaparme, corrí hacia la cuesta que queda
en el lado sur. En la esquina de la cuesta me encontré a un señor conocido. Él
nos había avisado que venían las patrullas, pero a nosotros se nos olvidó
porque en ese momento un taxista nos estaba gritando y nos quiso atropellar. Entonces
nosotras en forma de protesta seguimos gritando consignas y realizando las
pintas.”
¿Entonces dónde
te atraparon?
“A mí me capturaron del Más x Menos como media cuadra
al sur, exactamente en la veterinaria.
Yo me les tiré de la patrulla y corrí hacia un
comedor, entré hasta la cocina, pero me caí, cuando estábamos a la vista de
nada más dos señoras en la cocina aprovecharon para agarrarme físicamente, uno
de ellos me retorció el brazo como si me fuese a esposar, pero no, únicamente
fue la agresión.
Después yo no me quería subir, les pedí una orden, además
le dije que yo era menor de edad y que era ilegal lo que estaban haciendo. Después
de forcejear tanto uno de ellos le dijo: tírala atrás (en la tina de la
camioneta) que se vaya quemando el culo.”
Trasladas a la
estación de policía local, las amenazaron con llevarlas a El Chipote, Managua,
la temida cárcel donde torturan física y sicológicamente según denuncias de exprisioneros.
Las criaturas estudiantes
denunciaron en las redes sociales, donde se viralizó el video de su arresto,
que los policías les dijeron que allá las violarían. Escribo el relato y me
horrorizo, desde que las atrapan las coaccionan para atormentarlas.
Se encabrita la
policía si alguien enarbola los colores del pendón patrio, y más corcovean si
las personas proclaman inconformidad con el gobierno.
El hecho reafirma
el origen de esa actuación policiaca violatoria de la constitución política, la
verdad conocida por quienes no profesan fanatismo ni son socios financieros de
gobernantes, pues seguidores de la gobierna justifican la captura en nombre del
orden social y con lengua soez tratan de mancillar a las chavalitas.
Aun en ese
estadio escalofriante, insólito, terrorífico, las jóvenes con sus muñecas
lastimadas, encadenadas, se plantan y vigorosas reclaman su derecho a ser
libres.
El clamor de
libertad ha sido causa de muerte por asesinato cometido por “autoridades” en la
dolorida y abominable historia nacional de caudillos y dictadores, y “las
matanzinas” (como expresa el campesino) son ejecutadas y aplaudidas por
nicaragüenses, sin importarles familiares o amistades.
Incluso quienes
se sienten poderosos gobernando y quienes se creen protegidos por servirle a
sus amos o dirigentes, en cualquier momento caen en desgracia o perecen por
enfrentamientos políticos.
Avasalladas por
una tropa de mujeres y hombres con armas, estas muchachitas no merecían ni
tenían que comprobar la perversidad humana, nada más anhelan un país donde se
respeten sus derechos y prosperar conforme su dedicación al estudio. No son delincuentes y
tuvieron que liberarlas horas después.
Estas niñas no
son como las que, por circunstancias, asaltaban para financiar la lucha armada
o fusilaban a los enemigos, no empuñan armas, no responden a ese código, es
otro su pensamiento. Aquella hazaña ya se convirtió en una trasnochada
historia.
Ahora están
instruidas cívicamente, saben que existen espacios superiores de bienestar y a
eso apuntan, a vivir con derechos, en democracia y comodidad con su esfuerzo,
por eso van al colegio. Son parte de una generación que corta el ciclo de las
balas, la injusticia, la opresión, el enfoque cegado.
Conozco a las
Zelaya Lizzye y Ashley, a toda su familia, la cual desde hace 33 años me ha
hecho sentir parte suya por tanto tiempo como ninguna otra en este pueblo. Las
he venido nombrando niñas, apenas ingresan a la adolescencia, afianzando su
identidad, razonando lo que piensan, quieren, y se proponen.
No me han
presentado a las otras chavalas que apresaron, Karelis López Lanza y Miladys
Pineda Soza, de 20 años, pero si andaban juntas comparten, son de la misma
pelota. Jovencitas expresando espontánea y sinceramente sus aspiraciones sin
ganas de matar, queriendo vivir en un país mejor y si no lo permiten los
gobernantes, pues la opción es emigrar con sus talentos y salvar sus tiernas existencias.
Es cruel
reconocerlo, pero es verídico, la vida en Nicaragua es desgarradora
experiencia, se transcurre con un torozón en la garganta, el pecho oprimido,
derramando lágrimas, y entre abundante miseria económica y conceptual.
Jueves 2 mayo
2019 - 12:55 p.m.
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