Es terrible, la gente
armada recibe formación para ejercer poder destructor y represor, no
exactamente salva guardador de la población; no siempre alguien puede controlar
el instinto o deseo, ni cuestionar la misión, de matar al oponente aun neutralizado,
o revelarse al supremo que ordena.
En Nicaragua, miembros de
ambas fuerzas armadas son impunes, desde los mandos hasta el soldado de menor
rango; nunca investigan la responsabilidad en acciones bélicas cuya denuncia,
generalmente, es de familiares de víctimas balaceadas.
En las zonas montañosas y
selváticas del país son centenares denuncias contra patrullas del ejército que
aniquilan selectiva y grupalmente, aún después de finalizada la guerra nacional
de la década de los ochenta del siglo pasado, en tiempo reciente y presente.
La institución castrense no
ha respondido a las evidencias de familias campesinas, no realiza una investigación,
no existen bajas deshonrosas o condenas judiciales a quienes violaron normas y
leyes, tampoco indemnizaciones por muerte a manos de uniformados.
El ejército, según delaciones
y pruebas, cumple la misión de aniquilar a quienes se armen por razones
políticas contrarias al gobierno, desde entonces la sangre no ha dejado de
correr por los campos, después en menos cantidades que cuando la guerra.
En la ciudad, fue hasta
en la rebeldía que inició en abril del 2018 que se acusa al ejército de ser
cómplice de las cienes de muertes por disparos de armas exclusivas -para uso de
soldados especializados- y sólo el gobierno posee.
La policía que actúa más
en la ciudad y se encuentra observada por la gente y periodistas grabando su
comportamiento con la sociedad, es señalada y comprobada con miles de denuncias
sin respuesta.
Cuando capturan a una
persona, aunque no se resista, recibe golpes con los puños, la cachiporra,
patadas, culatazos, y como saco de frijoles la arrojan encadenada a la tina de
la camioneta, sin dejar de atacar.
Policías han sido
filmados disparando a gente desarmada, fotografiados en su apogeo devastador,
sin cumplir el reglamento de sus funciones, entre los cuales dicta el respeto a
los derechos ciudadanos y cumplimiento de la constitución.
Ambas instituciones y sus
jefes, además de posible enjuiciamiento internacional, son recriminados por un
sector de la sociedad que, además, exige rindan cuentas del presupuesto que
administran con fondos públicos en millonarias inversiones de capital en el
país y el extranjero.
En el imaginario nacional
se encuentra presente la historia de la constante utilización de tropas, al
mando de quienes dominan el poder político y económico, para aplastar
rebeliones de opositores.
Los gobiernos militares
nunca han dejado resultados espléndidos, aun cuando en algunos países
demuestran que económicamente las dictaduras han sido eficientes. No es el caso
de Nicaragua, jamás salió de la miseria ni de la cultura colonial con
caudillos, corruptos, matanza, pobreza mental.
Nicaragua, en el año 2021
cumplirá 200 años de haberse independizado de España, antes de esa fecha, desde
la llegada de los colonizadores, son incontables las batallas de los nativos
defendiéndose. Miles murieron, muchas víctimas de crueldades capaces de
cometerse por sadismo, heroísmo, recompensa, poder, imbecilidad.
Sacrificarse el pueblo
nicaragüense entre sí, dirigido, azuzado, comprado, convencido, gozoso de
batallar, sacar la sangre a borbollones, unos por adversar al caudillo y otros
por defenderlo y cumplir su mandato.
Las ganas de exterminar se
encuentran en algunos con esa formación, práctica, o aspiración, pero son la
minoría de nicaragüenses que no superan el pensamiento bélico, la mayoría anhela
un país con rigores cognoscitivos y cumplimiento de leyes.
La construcción de un
pensamiento social para el respeto entre personas, requerirá más presupuesto
nacional que el de fuerzas militares. El programa educativo se diseminará por
todos los medios disponibles para la comunicación personal y social.
Este proceso nacional que
experimentamos, irremediablemente nos lleva, por fin, a un cambio de concepto
de poder, de lo militar tradicional a lo civil novedoso, acorde con nuestras
aspiraciones de antaño: Democracia. Relaciones justas. Progreso personal. Igual
oportunidades. Honradez y eficiencia.
Lo que menos necesitamos
son fuerzas armadas que repriman nuestras aspiraciones libertarias, y aniquilen
a quien se resista a obedecer absurdos provenientes del caudillo, servilismo y
complicidad malversadora del dinero público.
Domingo 25 agosto 2019
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