sábado, 5 de noviembre de 2016

No votaré


No representan mis intereses quienes compiten en las elecciones nicaragüenses del 6 de noviembre, somos ideológicamente antagónicos.

Ninguno es alternativa para el desarrollo del país, son continuadores del sistema caudillesco, feudal. Ejercen sus cargos practicando el poder político económico excluyente, para beneficio personal y de sus aliados.

Votar por el mal menor, es también una expresión de esa cultura complaciente con los poderosos, producto de considerar la corrupción un acto normal: Roba… pero reparte; son ladrones como los otros… no importa… nadie es perfecto… y si no roba por baboso ni dios lo quiere.

Marcar la boleta electoral nada me garantiza, cuál cambio habrá en el país?  Daniel Ortega y su señora no cambiarán de concepción, no estoy de acuerdo con él y ella, por razones ya expuestas en mi libro Reflexiones críticas desde el sandinismo.

A los otros candidatos no los conozco, sólo sé que tampoco me atraen, ni programa de gobierno presentaron. Es la misma clase política, con unos cuantos nuevos rostros, donde las esposas y familiares  tratan de ganarse el premio “diputadil”.

Votar por diputados  sería aprobar el desempeño de la mayoría que llega a la Asamblea Nacional y al Parlamento Centroamericano, calientan asiento y engruesan, ganan bien, no se les conoce el tono y se alejan de la comunidad.

El Consejo Supremo Electoral tampoco inspira confianza.

El sistema político en Nicaragua es vergonzoso: Nepotismo, autoritarismo, servilismo, corrupción, miseria. Las mismas causas por las cuales el pueblo se ha rebelado.

Mejor sigo en las calles conversando con las personas, intercambiando criterios, buscando soluciones.

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