La catedral de Matagalpa rodeada por veintena de policías con armas de guerra y decenas de personas afines al gobierno, algunos con arma corta entre sus ropas. Jordi Estrada, periodista de radio Vos, filma con su celular y transmite directo, un poco antes de la una de la tarde, en la planicie del atrio, el jueves 25 de julio.
Me
encuentro a su derecha, unos pasos de distancia. No hay más
periodistas. Una mujer joven le arrebata el celular y lo lanza hacia la
esquina suroeste, donde en la parte baja se encuentra un grupo de
personas bajo un toldo colocado para protegerlos del sol. Por instinto,
el periodista va tras su equipo de trabajo en el suelo, pero varios
hombres le salen al paso y lo golpean. Jordi corre para ingresar a la
iglesia hasta donde siguen golpeándolo. Yo igual entro a catedral, para protegerme, no descarto me ataquen.
Jóvenes
estudiantes habían convocado a un piquete para homenajear a cuatro
universitarios asesinados por la guardia somocista, en una
manifestación, el 23 de julio de 1959 en León, fecha por la cual se
declaró Día Nacional del Estudiante. Pero, sesenta años después,
militares y turbas impiden la conmemoración a esta generación. El mismo
método implementado por la dictadura de la familia Somoza.
Los
chavalos y chavalas respetaron que se realizaba una misa, y cuando
finalizara iban a plantarse en las afueras para realizar su actividad
cívica, sin morteros ni violencia. Pero ante la presencia de armados y
la golpiza contra el periodista desistieron para evitar más heridos,
prisioneros, y muertos. Sin rostro de temor sino de prudencia y
raciocinio.
Para
mí fue indignante ver la saña contra el joven periodista que cumple con
su trabajo de informar. Si no hubiese logrado ingresar al edificio los
matones lo habrían dañado más. Mientras Daniel Ortega y Rosario Murillo
proclaman su respeto a la libertad de expresión y prensa, en Matagalpa
envían a simpatizantes a robarle y golpear a comunicadores sociales.
Llevo
39 años ejerciendo periodismo, trabajé en zonas de guerra, y pensé que
jamás, finalizada la confrontación bélica de los años ochenta, volvería a
sentirme en peligro, bajo amenaza por escribir, divulgar con veracidad
los acontecimientos. Pero veo en mi entorno un escenario dictatorial,
fanáticos matones protegidos por el Estado de Nicaragua, dispuestos a cumplir la orden de silenciar a periodistas.
No
sé qué sucederá, ni me importa. Reitero lo que el 21 de abril 2018 le
expresé a dirigentes del FSLN: Tendrán que matarme, porque no dejaré de
ejercer mi derecho a expresarme como ciudadano, ni abandonaré mi
responsabilidad y ética como periodista, mi compromiso es con la
sociedad mayoritaria empobrecida, demostrado está.
La
responsabilidad es de Pedro Haslam, jefe político del FSLN, y Sadrach Zeledón, alcalde de Matagalpa, de ordenar a sus
grupos de choque irrespetar la libertad de expresión y prensa.
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