lunes, 28 de octubre de 2019

El ángel Sandino endemoniado

Ramón Pineda y Sergio Simpson (Foto cortesía: Alfonso Fernández Labrador)

En los últimos cuarenta años la propaganda, seguidores y voceros presentan virtuoso y pensante personaje, al cual nombran redentor del pueblo, sacrificado en las “agrestes montañas segovianas” luchando contra el imperialismo yanque y sin aspiración presidencial: “Ángel Salvador de la Nación”.

Pero viene un pariente oriundo de San Rafael del Norte, escribe novelada la historia para contarnos con lenguaje nica, ameno y sarcástico, describiendo prolijamente las crueldades y “delirios de grandeza” del Héroe Nacional.

Audaz escritor por atreverse a mostrar atrocidades que cometen seres “endiosados” que son “demonios”. Nos induce a conocer y revisar el pasado, comprender el presente.

Esta versión devela lo que han ocultado en cuatro décadas, es producto de rigorosa investigación documental, pero más sustancial por los testimonios que desde infante escuchó en su entorno familiar y pueblerino.

Su hacendado abuelo sanrafaylino Benigno Úbeda lo sentaba en las piernas y le solía recordar que obligatoriamente de su negocio de zapatería y talabartería debió entregar, sin recibir paga, cientos de pares de botas, aperos, y albardas.

El abuelo afirmaba que entre centenar de cueros iban exquisitas piezas exigidas al gustoso capricho del ángel endemoniado para su uso personal egocéntrico, las cuales luce en varias fotografías.

Es que el amigo escritor jinotegano Ramón Pineda nombra Ángeles Endemoniados al general y “su horda”, y narra cantidades de episodios verídicos para confirmarlo. Usted podría deducir que “sacarle las mantillas al sol” es resentimiento familiar hacia Augusto C. Sandino y sus soldados.

No sería extraño que despreciaran a Sandino, hubo gente que lo odiaba, aun cuando exacerbe la ira de sus actuales fanáticos (a quienes también aborrecen), y a su descendencia le dé vergüenza o tal vez no le importe.

No sólo fueron los atracos y amenazas al abuelo materno, también por el trato inhumano hacia Blanca Aráuz Pineda, de quien afirma Sandino la desposó sin quererla, para “preservar la dignidad de ella” y aprovecharla como espía, a través de los mensajes telegráficos la correspondencia de los enemigos.

“¡Mi mujer no necesita ninguna atención! La madre naturaleza es sabia, y las vacas y las venadas paren solas en el campo, sin necesidad de ayuda humana, y mi mujer es una hembra hija de esa misma naturaleza. Ella parirá sola. ¿Han entendido? ¡Ella parirá sola!” (Pág. 41)

Esas palabras y conducta que le atribuye a Sandino cuando el parto de Blanquita, consecuencia por la cual ella murió, las dijo frente a su suegra y varios familiares; quedaron grabadas en la memoria de la prole Aráuz Pineda y se transmitieron tras generaciones en el pueblo donde casi a todos les corre la misma sangre. Don Ramón Pineda, abuelo del autor, es hermano de la madre de Blanca.

“Al tercer día […] sin despedirse de nadie partió con su tropa […] llevándose de concubina a la señorita Angelita González Aráuz, prima hermana de su recién enterrada esposa […] teniendo también a su amante Teresa Villatoro” (Pág. 43)

Previo a esos acontecimientos, en el texto introductorio encontramos la presentación de un niño, hijo de palmeadora de tortillas, cortadora de café, madre soltera, viviendo en la penuria rural de obrera del campo, de hacienda en hacienda, sirviendo “para todo” a los patrones, y cumpliendo una de sus faenas es “preñada” por don Gregorio Sandino, hacendado y con familia respetable.

Ramón, nacido y criado entre montañas, describe certeramente la formación síquica del individuo marginal, casi analfabeto, creciendo en un pueblo en el inicio del siglo pasado, donde son claras las diferencias de clase y útil el aprendizaje de la violencia machista para subsistir, escalar, o mandar.

“Realmente, durante su niñez no había tenido amigos, pues era sumamente violento y grosero y, sobre todo, vulgar. Le apodaban el verdugo ya que mataba perros, gatos y animales de toda clase por puro placer, jactándose de sus bajos instintos, siendo encontrado en diversas ocasiones en actos inmorales” (Pág.13).

La zoofilia era común en esa época. Varias escenas descritas en la obra determinan que la copulación con yeguas era tradicional en las montañas y aún la experimenta el humano. El autor expone, con humor y mofa provinciana, las apetencias primarias.

Así, Ramón une hábitos propios de un joven Sandino pobre y sin estudios, en reiterados conflictos por y con mujeres, huyendo de la justicia de su país y de varias naciones, obrero, viviendo y trasnochando en lupanares y puertos, por aquí y allá, absorbiendo y exhalando la esencia de esos conglomerados.

Sufre sintiéndose de menos por su estatura, y le irrita tanto como por su pobreza y ausencia de poder, las secuelas del hijo ilegítimo, del bastardo, del mozo, a diferencia de sus “medios hermanos”, hijos de “matrimonio ejemplar”, superiores en su condición de hacendados.

Ramón, describe así la afectación sicológica: “Codearse con gente bien vestida, “leída” y educada lo hacía sentir menos por un arraigado complejo de inferioridad que arrastraba desde niño, cuando fue negado por su padre y explotado en aquella que podría haber sido su hacienda”. (Pág.25)

Ramón es narrador fluido, de la tradición oral, con lenguaje y dichos del Centro Norte de Nicaragua, el área Ulúa Matagalpa. Es muy hábil, no aburre, en ese panorama sanguinario gozamos con sus ocurrencias, experimentamos pavor con sus descripciones de sadismos, reflexionamos acerca de concepciones mesiánicas, cabalísticas, la guerra y sus ritos; despreciamos estupideces por las cuales se engrandecen caudillos y déspotas adorados por sus fieles.

Prófugos de la justicia, nacionales y extranjeros, criminales en las tropas o tropa de criminales, cínicos proclamando representar al pueblo, mientras lo obligan a entregar sus vacas, sus alimentos, sus ahorros, de lo contrario lo despellejan con latigazos, y de todos modos violan a hijas, patronas, y empleadas, queman los ranchos y las cosechas.

Una tras otra voy leyendo ávido las escenas narradas acerca de la guerra enfrentando al imperialismo, la intervención despiadada de soldados yanques y guardias nacionales. Riadas de sangre entre pinares y montañas, terror, muerte, abandono de fincas, desolación, economía destruida, migración.

Acontecimientos reales -muchas veces referidos en la historia sólo como Parte de Guerra- son ilustrados con detalles minuciosos en la escritura, internándonos en el pensamiento interior y el ambiente de un campamento de campesinos mestizos e indígenas armados en la nebliselva y en la selva.

Para mantener disciplina, sus soldados teman traicionarlo, reclamarle o contradecirlo, el iletrado jefe montañés brindaba trato déspota y fusilaba, y en la narración es reiterado como característica de un caudillo empecinado en ser presidente del territorio de Las Segovias, la costa Caribe, y León.

Asimismo, era permisivo con su destacamento para que le fusen leales, el general Pedrón Altamirano era el más querido, fiel y aguerrido, un personaje que en estas páginas muchas veces aparece dejando caer su filoso machete ensangrentando por donde cabalga, saciando sus obstinaciones sexuales, carcajeándose y hartándose.

De ahí las violaciones por doquier, la jactancia por las vilezas de arrancar o partir cabezas de un machetazo, fusilar o disparar teniendo como blanco a una persona amarrada.

El general Sandino daba el ejemplo firme tirando a matar, impasible al clamor de la víctima. Aunque como decía la mamá de Francisco Ramón, en ocasiones había “Rasgos de bondad en el malvado”.

Al parecer, ese trance magnánimo le nacía después de fumarse un cigarrillo que él mismo liaba y le causaba risa consumirlo y lo relajaba entre aromas de incienso y ruda, según leí varias veces.

Esa figura era supersticiosa con la comida, el vestuario, el calzado, los signos de la naturaleza, el crepitar del fuego, el vuelo de las lechuzas, el canto de pocoyos, las cartas del Tarot, creía en cábala y hechicerías, nació en zona de brujas y brujos, se inició con sectas esotéricas – y nos lo advierte constante.

La novela histórica puede conducirnos a la distorsión de acontecimientos, también la historia creada por académicos es deformada; relatar historias bélicas bulle en esta sociedad de matanzas, un tema recurrente y ordinariamente parcial.

Sin embargo cuando el interés radica con base a pruebas documentales, comprobaciones testimoniales, y vivencia personal, la novela histórica, como esta de Ramón, es valiosa para la deliberación y verificación, un punto de partida creíble útil para -de esa cultura- analizar sus resultados en la actualidad.

Ángeles Endemoniados, además es título apropiado en el recurrente belicismo nicaragüense que siempre se ha dicho es entre el bien y el mal, entre ángeles y demonios. Y la zona norte de Nicaragua perenne escenario.

Muchos aspirantes al poder o gobernantes en el poder proyectados como redentores, o ángeles salvadores, y por su naturaleza eran y son “verdaderos diablos y verdaderas diablas” - de acuerdo con la revelación de este tratado que novela una perspectiva de la verdad.

Sábado 26 octubre 2019
Rincón de los Suspiros Agónicos
Matagalpa

1 comentario:

NOVELA TE AMARÉ POR SIEMPRE DE XOCHITL SARMIENTO

  Sergio Simpson y Xochitl Sarmiento. (Foto: Mauricio Midence) Cuando recibí la novela en formato PDF la abrí emocionado. Después de varios ...