Guillermo Rothschuh y Sergio Simpson. |
En cada uno de sus
libros escucho la voz del Guillermo maestro analizando y explicándonos,
conduciéndonos al conocimiento y estimulando la imaginación. Desafortunadamente
no he disfrutado todos los del último quinquenio, no han venido a este pueblo
donde habito ni yo he viajado al pueblón capitalino para obtenerlos. Razones
sobran.
Mi atracción frente
a sus páginas no es exclusivamente en virtud del vínculo mío con la
comunicación social de la cual él es erudito o ser yo un lector aficionado, también
consecuencia de su habilidad forjada en el magisterio -innegable derivación
genética acompañada del fortalecimiento de caracteres primarios- en su ejercicio
de estudioso: leedor y escribano empedernido.
“¿Qué puedo hacer
para curar esta pasión? Nada me atrae más que leer y escribir.” – se pregunta y
responde.
Confiesa satisfecho: “… he dicho que la lectura y escritura resultan para mí un acto de celebración y catarsis. Ambas poseen poderes curativos. Son tan potentes como el mejor antibiótico y el más reputado ansiolítico. Me libran de angustias, aunque escribir muchas veces resulte angustioso. Me entrego a la lectura para atajar la desolación. Leer es una fiesta. Una interminable fiesta del espíritu.”