jueves, 29 de octubre de 2015

Gobernantes demagogos y perversos, campesinos valientes y mesurados


Foto cortesía: Jorge Eduardo Mejía Peralta

Imagine usted a cientos de personas, machete en vaina colgado del cinto y sólidos maderos usados como bordón, siendo ofendidas verbalmente por guardias amenazantes impidiéndoles el derecho a movilizarse hacia la capital para reclamar cívicamente sus derechos, y que no respondan con violencia, en un camino de una zona montañosa del trópico húmedo, luego de haber viajado varias horas a pie.

Con más de dos años viviendo incertidumbre, van a ser obligada a vender su finca a un precio desconocido, sin certeza de hacia dónde nuevamente enrumbarán su vida ahora estable construyendo presente, dedicados a garantizar futuro familiar.

Los más viejos participaron o padecieron durante la guerra de los años ochenta y -un cuarto de siglo después de finalizada- vuelven a sentir la coacción de Daniel Ortega quien en aquélla época tuvo gran responsabilidad en el reguero de sangre, destrucción, miseria, desarraigo, y de nuevo se encuentra gobernando -como me dijo un campesino- “arriándolos otra vez a la confrontación”.

“Veya amigo, pa levantar una finca hay que pararse duro… hay que joderse… no es así nomás”, eso he oído y comprobado durante años en mis vivencias rurales. Es lógico que un campesino se resista a abandonar lo que ha construido y el sitio donde “después de tanto rodar” al fin se ha asentado, no está dispuesto a “recular el camino” y buscar dónde comenzar con un “puñito de riales” que le van a dar a cambio, que a lo mejor ni servirá para reiniciar como lo merece.

Debido al reclamo pacífico, miles de policías, tropas especiales, paramilitares, masas fundamentalistas, garrotazos, morterazos, pedradas, dispuso Ortega, ahora con su esposa cogobernante de facto, para impedir el arribo de más de cinco mil campesinos y campesina que viajaron más de doscientos kilómetros pretendiendo llegar tranquilamente a la asamblea de diputados a pedir la derogación de la ley de concesión del canal interoceánico que los desalojará de sus fincas.

La mayoría de inconformes habita el sureste de Nicaragua -cuenca del lago Cocibolca y costa Caribe-. Algunos iniciaron la movilización desde el domingo 25 de octubre, otros el lunes 26, a pie, montados, en bote, para abordar camiones, buses, y estar en Managua el martes 27, manteniendo la calma, aún en peligro de muerte por asedio de fuerzas armadas y paramilitares gubernamentales, en más de siete retenes que les obstaculizaron el paso y poncharon llantas a vehículos arrojándoles metales con puntas.

Cincuenta y ocho protestas, organizadas por el Consejo Nacional para la Defensa de la Tierra, Lago y Soberanía Nacional, precedieron esta manifestación, dos de ellas nacionales, oponiéndose a ser desarraigados de sus comunidades.

La pareja gobernante de Nicaragua, y sus seguidores que repiten, aseguran que la obra sacará a país de la miseria en la cual vive la mayoría de nicas. Sin embargo, estas personas habitantes en la zona de la pretendida ruta canalera no confían en que a ellos les beneficiará la venta de sus propiedades.

No voy a relatar los acontecimientos en Managua, ni a la incertidumbre, ni al malestar, están suficientemente documentados, sino a la actitud demagoga del presidente y su esposa, pues el lema -que reiteran hasta el cansancio- de amor, paz, reconciliación, trabajo, no lo cumplen, comprobado está que nada más se asocian con el gran capital nacional y extranjero, y son permisibles con sus fanáticos.

Ortega es el mismo represor

Pero, algunos de los estilos de gobernar de Ortega no son nuevos. El otrora guerrillero preso político, cuando en 1979 asumió la coordinación de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional emuló a su antecesor, el último de la dinastía Somoza.

El FSLN quiso imponer el partido único, impidió la participación ciudadana fuera de su control, las protestas reprimió con ejército, policía, y paramilitares, las confiscaciones de fincas no se limitaron a la familia Somoza sino que incluyó a quienes disentían, y por otras razones conocidas el país continúo en guerra con decisiones acertadas e incorrectas, cuyo escenario principal fue la zona rural, incluyendo el territorio que ahora los campesinos dicen no abandonarán ni a la fuerza.

Ortega perdió las elecciones en 1990 -no dejó de ser el candidato presidencial del Frente Sandinista de  Liberación Nacional corrompiendo al partido- y en la campaña electoral del 2006 pidió perdón “por los errores cometidos”, prometió que de ganar gobernará para toda la nación, se convirtió al cristianismo, se casó y lo bendijo el cardenal católico su antiguo enemigo, y se abrazó con otros antagónicos que lo combatieron con las armas, vistió camisa blanca.

Sin embargo Ortega es el mismo represor, con otras acciones: corrupción descarada de su familia y allegados, alianza con el gran capital -nacional y extranjero- y con políticos opositores prebendados, sindicatos neutralizadores de las luchas, y entrega de dádivas y empleo a  los pobres a cambio de lealtad absoluta y veneración.

Obreros y campesinos han sido reprimidos por reclamar derechos que no convienen al sistema feudal imperante, un sistema nada diferente al que ha existido históricamente en el país, aunque algunos opinan que es peor que los antecesores, con los cuales coincido. Daniel Ortega no dialoga con obreros y campesinos, viola los principios históricos de la lucha libertaria sandinista.

Es perverso, concede impunidad a sus fuerzas militares y paramilitares para mancillar, herir, asesinar, amenazar, capturar, desaparecer; usa al Estado para condenar a quienes reclaman sus derechos.

La marcha campesina, véala en videos y fotos, demuestra la prudencia de trabajadores interesados en superar el pasado de miseria y guerras; no quisieron romper el cerco a cuatro kilómetros de su destino así como no pretendieron enfrentarse a quienes a lo largo de la movilización se lo quisieron impedir.

Es probable que usted, indignado o indignada, diga que los miles de campesinos debieron romper el cerco policial y de paramilitares que les impidió llegar al edificio de los diputados a entregar su demanda, o les comprenda que no desean más guerra, pues quien sigue promoviendo violencia es el demagogo y perverso matrimonio presidencial fascista.

Lamentablemente, tarde o temprano, el país volverá a sublevarse con las armas porque el sistema no les reconoce el derecho ciudadano, porque en Nicaragua no existe un Estado de Derecho, y peor con la decisión de Daniel Ortega y Rosario Murillo de mantenerse en el gobierno, dominando todos los poderes del Estado, obviando el reclamo histórico de no reelección, y organizando fraudes electorales.

29 octubre 2015

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