Matagalpa- Nicaragua. Habemos pocos…
verdad… la gente tiene miedo… con la represión que han desatado te pueden secuestrar
o matar – me dice un conocido, excombatiente del FSLN. En ese momento, las dos
y media de la tarde del sábado 11 de agosto, frente a catedral de Matagalpa
había unas cien personas con banderas de Nicaragua, pancartas, sin morteros, esperando
iniciar la caminata demandando libertad para los presos políticos cuyas
fotografías levantan.
No imaginé que poco tiempo después nos
dispararían, ni que me robarían mi cuaderno de glosas periodísticas, tampoco
que dos exguerrilleros sandinistas a quienes saludé estarían presos al
finalizar la marcha, acusados de asesinar a quien ellos conocían, otro
sandinista.
A las tres de la tarde, cerca de
doscientas personas inician el recorrido. ¡Vivos se los llevaron… vivos los
queremos! ¡No tenemos miedo! – repiten. Pasan frente al edificio de la policía
y bajan por la avenida José Dolores Estrada, hacia el sur, contra la vía, a
tres cuadras de las oficinas edilicias.
Ondulan banderas de Nicaragua,
caminan familiares de los presos, reconozco a varios, van acompañados de
mujeres mayores, jóvenes, profesionales, muchas personas con el rostro
cubierto. Gritan ¡No tenemos miedo!, para fortalecerse, darse valor. Pasarán
frente al edificio municipal, donde siempre hay militares.
Me adelanto para estar frente a la
alcaldía. En la esquina oeste un bus impide la circulación, la marcha se atasca
y comienza el enfrentamiento de consignas. Una mujer, trabajadora de la comuna,
intenta detener agresiones físicas interponiéndose entre marchistas opositores
y unos veinte danielistas que me parecen obreros.
Defensores del gobierno sacan sus
fajas dispuestos a golpear con la hebilla, observo a varios con cuchillos,
otros con garrotes. Quienes demandan libertad para los secuestrados no llevan
morteros ni piedras, pero sí valor y galillo.
Escribo en mi cuaderno y de pronto
una persona con el rostro cubierto me lo arrebata y huye hacia la alcaldía,
donde están sus compinches, tuve intenciones de seguirlo, pero reacciono
rápido, me pueden insertar un puñal. Deduzco que fue dirigido, pues detrás de
mí están un camarógrafo de televisión y una periodista. A quien me lo robó,
seguro, los papeles podrá utilizar nada más para colocarlos en su letrina no en
su cerebro.
Mi arma de 200 páginas casi llenas
con mis apuntes desde que inició la rebeldía en abril y otros escritos de
ficción realidad que parecen poemas o narraciones; además andaba 88 páginas
impresas a dos caras, en hojas tamaño carta, es el borrador del folleto que
quiero publicar y estoy editando y he titulado Rebeldía 2018.
Decidí retirarme, no dudo que son
capaces de herir y matar. Pensé en la brutalidad, el malestar que les genera
mis escritos, en que esas páginas robadas irán a las manos de Sadrach Zeledón,
alcalde, y Pedro Haslam, Jefe Político del FSLN. ¿Para qué los quieren, si todo
lo que produzco lo comparto con el público? ¿Es otra advertencia? El sábado 21
de abril unos simpatizantes de la gobierna amenazaron con matarme. Después
Pedro me dijo que nada me sucedería, pero desde entonces no me acerco a las
actividades gubernamentales, me amenazan por mi labor de periodista y mi
pensamiento político.
Mientras camino recuerdo mis años
como periodista en zonas de guerra durante los años ochenta, arriesgando la
vida cumpliendo con mi trabajo, aprendiendo, conociendo a esta sociedad,
tratando de ser mejor comunicador y contribuir a la reflexión, al conocimiento.
A mi espalda quedaron enfrentándose,
y cuando iba ciento veinte metros al sur vi venir a la muchedumbre correr, perseguida
por una turba, aceleré el paso y escuché disparos, vi al hombre en media calle,
a una cuadra atrás, frente a la Casa de La Novia, accionando una pistola, conté
seis disparos, me refugié en el café de la esquina, frente a la antigua Casa
del Sombrero.
Nadie disparó de los que estaban enfrente,
más bien corrían con rostros aterrados algunos y los chavalos gritándole al
pistolero, en ese grupo venían los exguerrilleros que lucharon contra la otra
dictadura en esa misma calle, Abdul Montoya y Rogelio Gámez, sin armas. Ellos
antes de la marcha me comentaron que los tenían sentenciados, recibían
hostigamiento por medio de las redes sociales.
Al llegar al parque Darío, escucho
más detonaciones. Se rumora que hay un muerto por disparos que le hizo un
hombre vestido de negro. Al anochecer me informan que Abdul y Rogelio fueron
apresados, Lenín Díaz Mendiola fue asesinado frente a La Casa de La Novia, y
los danielistas culpan a los exguerrilleros, los otros prisioneros son John
Amort y Jeicob Ponce, de 15 años.
La gente de Matagalpa está alarmada.
Dicen que patrullas de policías y paramilitares se movilizan en camionetas, en
cacería. Otros cuentan que volvieron a levantar barricadas en la calle donde se
encuentran las oficinas municipal y departamental del FSLN.
Me robaron el cuaderno, pero aún
funciona mi principal arma: el cerebro. Seguiré trabajando como periodista,
escribiendo aun cuando nadie me paga y me amenazan y agreden quienes temen a la
libertad de pensamiento y prensa.
Domingo 12 agosto 2018 – 9:32 a.m.
No hay comentarios:
Publicar un comentario