Atestiguando
la violencia que prevalece en la mayoría de la sociedad nica, la erradicación
de un sistema dictatorial debe tener como prioridad la anulación del furor
individual y aprender a respetar diversas opiniones y conversar aun siendo
antagónicas.
Aquél
no debería sulfurarnos porque expresa contraposición a nuestros planteamientos
que son consecuencia de nuestros deseos; él pretende otro modelo para su vida y
posiblemente haya coincidencias con otros, tal vez no total, pero sí
parcialmente.
Muchas
veces es infructuoso platicar con personas que ignoran el tema o se impiden a
escuchar otra versión de un mismo fenómeno, sin embargo quien concibe la
comunicación como el medio principal para bienestar social hará siempre el
intento de conversar hasta con los cerrados de mente.
Entre
respetuosos de la libertad de pensar y expresar, los desacuerdos no derivan en
ofensas, ni recurren a chantajes morales, mucho menos a divulgaciones
antiéticas, propias del vulgo y sus patrones degenerados que lo mangonea y azuza
“a su imagen y semejanza”.
Recurrir
a las técnicas de los opresores para responder a sus ataques es situarse en el
mismo sitial que ellos; no haríamos la diferencia entre sus conceptos y actos
medievales y nuestras convicciones libertarias.
La
libertad erige la democracia, no es la democracia la que construye al hombre y
mujer libre, pues las ansias humanas de libertad condujeron a organizar un
modelo justo en el que los derechos de las personas son inviolables.
En
la evolución del animal, miles de años se han requerido para que ese llamado
humano alcance un nivel superior del uso cerebral y su organismo deseche la
violencia por la cual ha subsistido su especie en batallas con sus congéneres y
la naturaleza.
Tal
vez sea demasiado exigente solicitarle a los nicas que en ese proceso evolutivo
alcancemos inmediato sensación de paz interior, rechazo con mesura, y criterio
de justicia, para así comenzar la convivencia democrática en contraposición a
la práctica dictatorial de gobernantes y súbditos.
Sin
embargo, reclamar inmediatez democrática es una propuesta razonable para
superar el estancamiento en la cultural poscolonial que vivimos cada uno; las
circunstancias políticas recurrentes que hastían y los anhelos generacionales de
cambio nos llevan a ritmo acelerado.
Toda
la vida he escuchado discursos “democráticos” en Nicaragua, políticos
proclamándose benefactores “del pueblo querido”, comprometidos con la “patria
que defienden” de intervenciones extranjeras; se han quedado en la silla
presidencial durante décadas convertidos en caudillos en nombre de la
democracia popular que los elige en votaciones.
Las
elecciones, tradicionalmente, han sido violentas y fraudulentas; jamás un
procedimiento democrático, lo que menos o casi nunca se propone es un programa
de gobierno. La campaña se convierte en un juego de mafiosos que denigran,
corrompen, atemorizan, y chantajean.
Un
opositor que coincida con este sistema jamás contribuirá a la construcción de
una sociedad sin violencia, a un modelo de justicia social, a un país donde sea
meritorio el conocimiento científico técnico, y se practique el respeto a los
demás.
Jueves
17 octubre 2019
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