Buenas
tardes, distinguida concurrencia. Me gusta ese saludo, lo aprendí de nuestro
querido amigo Reinaldo. Nuestro amigo Douglas Stuart a algunos les llama
intelectuales, ambos incitándonos a la superación conceptual.
La primera imagen que recuerdo de Reinaldo es en la barbería Brasilia, de
Meyerber Traña. No preciso fecha, tampoco la requiero, es como si hubiese sido
hace unos instantes. En mi memoria están juntos Reinaldo y Meyerber, y yo
leyendo la inscripción en la parte baja de las puertas laterales del carro del
fígaro: Las mujeres más lindas de Nicaragua están en Matagalpa y dan amor
verdadero.
Le vi, con camisa guayabera blanca, portentoso y humilde, mostrando un
legajo de fotocopias y recortes de publicaciones interesantes, me pareció una
biblioteca móvil de caminar lento, voz pausada, emanando cordialidad,
transmitiendo un modelo de relación social, humanista, apegada estrictamente a
la promoción de la lectura y vivencias de quienes, generalmente, no aparecen destacados
en la historia, esos personajes del vecindario que perduran por la tradición
oral.
Muchos años después por coincidencias naturales, gocé el privilegio de
editar esta obra con el maestro Douglas Stuart quien tuvo la visión de
transcribir la historia oral contada por Darling, para que perdurara y se
estudiara vivencias y costumbres de la sociedad nicaragüense del siglo pasado.
Es encomiable, y debemos reconocerlo, que Sadrach Zeledón como alcalde,
después de habérselo solicitado en varias ocasiones, al tiempo asumiera la
responsabilidad cultural y envió el material a imprenta y ahora lo presentamos,
como parte de las celebraciones del 150 Aniversario de la ciudad, pues este
libro es un importante legado para la sociedad Matagalpa y el país.
Reinaldo quiere que este compendio se encuentre en bibliotecas escolares y
universitarias, así como en cada una de las casas particulares, y a mí me
gustaría también que estuviera en las recepciones de oficinas donde la gente
espera ser atendida y lea, porque leer además de sapiencia genera calma.
La invención de la escritura fue un avance sustancial del humano,
pensar-escribir-leer es una triada que convierte a los seres en superiores,
algunos con afán de lucro y maldad, y otros como ejemplo de conocimiento y
humildad, lo cual conduce al servicio social desinteresado. Reinaldo es de
estos últimos especímenes.
Reinaldo cursó hasta tercer grado de primaria. Pero no se quedó ahí, se
convirtió en autodidacta. Evadió guerras y vendettas, ignorancia y discriminación,
esas expresiones sociales que han prevalecido en este país, actitudes y
estadios oficializados por muchos de quienes han mandado trasladando una
concepción de dominio y exclusiones, pero como revela Reinaldo, su vivencia
también le ha llevado al encuentro con personas de bien, dedicadas a la
superación de los atrasos sociales y mentales.
Hace pocos días un grupo de amigos le rendimos homenaje a Reinaldo por su
cumpleaños, le vitoreamos, no sólo por la edad, noventa años, sino por sus
logros, de analfabeto a obrero y oficinista de las minas, obrero del volante,
nacido, como él declara, de familia pobre, pero con una gran riqueza en su ser
nutrido en el hogar y por la lectura de textos escritos por genios.
Reinaldo vive tenaz, superando fracasos, aprendiendo de las adversidades,
las cuales imagino, por su procedencia social, en una época semifeudal, en esta
provincia donde se abrió espacio por sus cualidades.
Nuestro querido amigo nonagenario, seguro ha tropezado cientos de veces,
pero se ha levantado para ir construyendo esa concepción por el bien social, el
amor a las artes, a la creación intelectual, que nos debe inspirar más allá de
este momento, y comprometernos asumir para la bienandanza nuestra, de quienes
nos rodean, y las generaciones futuras que cada día están más cerca de otro
caos.
Cuando Reinaldo iba a cumplir ochenta y siete años, gocé privilegio de leer
sus escritos, lúcido memora, inmortaliza, reseña las historias de Matagalpa y
San Ramón, de empresas y proyectos, su vida de obrero en las minas La Reina y
El Limón, y tras el volante, y la de otros protagonistas: curanderos y médicos,
carreteros y taxistas, mecánicos y ebanistas, maestros constructores e
ingenieros, curtidores, zapateros y talabarteros, barberos, poetas, músicos, deportistas,
locos, dionisíacos, académicos y extravagantes, así como barrios y calles
encontramos en estas páginas, descripciones sencillas, la vida del siglo XX
acaecida en un pueblo de la montaña, en la zona Norte Central de Nicaragua,
relatada por Reinaldo disfrutando alrededor de una mesa, como él dice: En una
peña de epicúreos y bebedores de alto coturno.
Sin embargo, Estampas Folklóricas de Matagalpa, debe trascender la mesa y
el salón de amistades, quienes inmenso disfrutamos los relatos de Reinaldo, y
retornar a los caminos y calles, barrios y comarcas, radicar en bibliotecas y
centros de enseñanza, en las casas de quienes ansiamos conocer la historia para
fortalecer las virtudes y desechar las limitantes, concepciones y
comportamientos que nos debilitan.
Reinaldo nos proyecta el orgullo de trabajadores, artesanos, empleados,
funcionarios, dedicados a mejorar sus calidades y cualidades. Son cientos de
personas cuyos nombres y episodios recuerda, también el se refleja en este
libro, contándonos cómo un niño pobre, que apenas aprobó tercer grado de
primaria, se propone disciplina autodidacta para “no quedarse burro”.
En uno de los primeros relatos, conoceremos el arribo de Reinaldo a mina
“El Limón”, Malpaisillo, en abril de 1944, luego de caminar veintidós
kilómetros en busca de trabajo. Inicialmente lo contratan para laborar en el
pozo, pero a las pocas horas, por saber leer y escribir los ascienden a
bodeguero.
Pero antes, Reinaldo nos brinda detalles asombrosos y minuciosos de la
vivencia y personajes en la mina “La Reina”, en San Ramón. Pues él bregó diez
años en los minerales, como carrero, bodeguero, winchero.
En síntesis, estas páginas reflejan vida, anécdotas y costumbres de
pobladores del siglo pasado, incluido el autor nacido en 1922, en el barrio
Guanuca, Matagalpa, y que también durante cuarenta y seis años fue conductor de
vehículos; son amenas por la oralidad, el lenguaje ético y jovial del narrador;
son aleccionadoras al internarnos en la historia de relaciones sociales,
laborales, pasionales, de un antaño que permanece en la memoria de los
descendientes influenciados por la tradición vocal anecdótica y algunas
publicaciones impresas.
Estampas Folklóricas de Matagalpa es una contribución virtuosa para la
sociedad norteña, y la nicaragüense en general. Seguro la lectura será un
deleite, espero que quien la disfrute difunda su importancia.
No voy a entrar en detalles sobre anécdotas, cualidades, y defectos de sus
personajes, ni las del propio autor, nada más les digo que en este libro usted
podrá encontrar referencias de personas que en algún momento hemos escuchado en
las casas y calles, pues son quienes han construido la historia de este pueblo.
Muchos de ustedes, hombres y mujeres, encontrarán en este libro, a lo
mejor, a sus ascendientes, o verán sus nombres los mayores de edad, y espero
sea un aliciente para quienes desean escribir, historiar, compartir su época,
pues la memoria, el uso del cerebro, sigue siendo la mejor opción para conocer
las raíces por las cuales somos, y las motivaciones para vernos en el futuro, o
por lo menos, que nos vean las generaciones venideras.
Nosotros, hombres y mujeres, somos la generación venidera para Reinaldo y
el tiempo. Y ese tiempo debemos aprovechar en el presente, construir como
nuestro querido amigo un precedente que es base pétrea de buenas costumbres y
dedicación a la sabiduría.
Muchas gracias.
Matagalpa, viernes 13 de julio 2012.
Auditorio de la Biblioteca “Vicente Vita Rodríguez” del Banco Central de
Nicaragua.
*Fue censurado por el programa televisivo: "La alcaldía informa".
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