jueves, 11 de julio de 2013

La tal Marina


Resulta que la Marina se le mete al hombre de la Juana, y ésta los encontró allá en una calle del Mercado Norte, frente a una cantina donde hay unas putas. La Mari venía del trabajo y se topó con Marcio. Ella dice que sólo estaban platicando del trabajo, que los riales no alcanzan, y Marcio le dijo: “No te preocupés, al mal tiempo buena cara, vamos a divertirnos, nos tomamos  unas heladas, con un pollito rostizado”. En eso llegó la vieja Juana. Claro, la Juana se arrecha porque la Mari es araña, le saca los billetes al hombre; ésta siempre anda bien vestida, que anillos, pulseras hasta en el ojo del pie, cadenas, reló, pelo pintado, y si viera a la vieja Juana: Gorda, tripuda, con el montón de várices. ¡Pobre! Es cierto que la Mari trabaja en el hospital, pero no creo que gane tanto para darse ese lujo. Esa maje tiene varios queridos: Uno vive en Río Blanco, ques el papa de la chavala señorita; el otro es un doctor... el papa del varoncito, y los dos le dan billetes, hasta dólares, porque debe ser que todavía se acuestan con ella, son desos hombres arrechos a las mujeres. Y es que la Marina se gasta un culo hermoso y tiene una cara de rifona, bebe guaro, sale a bacanaliar, baila, es vulgaraza, se pone unos pantalones socados, se le repinta el chunche, y como es pegada de las piernas. Viera usted cuando se pone un chor rojo, le vale verga que le vean la celulitis, y como a los hombres lo que les importa son las piernotas de la maje, que son gruesas, se defiende. A esa Marina en el barrio nadie la aguanta, con todo el mundo tiene que ver, algunas mujeres por envidia. A la cuenta es yunta y comadre de doña Iris, sólo en su casa vive metida, allí come y cuando las dos se emborrachan se sacan los trapos sucios, y toda la gente oye: “No jodás, te las das de mística, bien que andás culiando con don Pancho” y la Mari le contesta: “Comé mierda, vos porque tenés tu marido que te da todo y lo mandás como baboso”. Y aquella le responde: “Ya ves pues”.


Así pasan discutiendo hasta que la Mari tambaleándose y llorando se va a su casa y no se hablan varios días. Y toda la gente tiene que ver con ellas.

Fijate que la Iris y la Mari borrachas se pelearon, es que el hombre de la Iris sólo estaba bailando con la Mari, y vos sabés que esa maje es súper coqueta, y más con sus tragos moviéndose con Palo de Mayo, y claro la Iris se pone arisca. Si dicen que un día, la Iris de tanto guaro se quedó dormida, y don Norlan se llevó en el saco a la Marina, allí en su propia casa, en la alfombra de la sala se la tiró.

Marcio, vive enculado de esa mujer, siempre en la mesa de tragos cuenta su experiencia con la Marinita:

Es quesa mujer llora compadre... te pide que le des como querés... es una licuadora... compadre... te agarra y te sacude... te hace todo lo que le pidás... usted la pone a su gusto, no joda compadre.

Y todos los hombres, borrachos se imaginan las nalgotas planas, anchas, de la mentada Marinita, la sonrisa sensual, la carcajada provocadora, en esa boca carnuda pintada de rojo.

¿Y la sorbetea compadre?

No jodás si es experta, te llena de sorbete, otro día te unta miel... cuando se pica te baña con cerveza y te lambe... no joda compadre, vale la pena darle sus bollitos, para que se defienda, no es que ella pida pago, con quinientos pesos es suficiente, más la comida, los tragitos, la bailada, el motel... ¡Ah! Eso sí, hay que llevarla a Sébaco, a Estelí, Jinotega, porque a ella no le gusta colorearse en el barrio ni en Matagalpa. Algunas veces le gusta ir al mar.

Por eso es que aquel día que nos encontró la Juana, la Mari no quería entrar a la cantina, sino la jodida quería que fuéramos a un motel de Sébaco, nooo jodás pero eran las cinco y media, y yo jueputa estaba esperando a un cabrón con una carga de madera, que venía de Siuna, y entraba a eso de las siete de la noche.

Doña Juana, por todo el vecindario, también cuenta su versión del pleito famoso:

¡Cual es mi susto! Ver a la puta esa, a punto de entrar a la cantina con mi marido. Y se me sube la sangre. ¡Ay! Es que no soporto ver a esa mujer... y me le dejo ir, escondida entre los carros, y tas la agarro de las greñas por detrás y la arrastro... me la llevo al suelo, en eso Marcio me agarra, me putea y me manda a la casa... yo le hago caso pero vengo reventando de arrecha. Usted sabe cómo son los hombres enqueridados... no es la primera vez que lo atrapo.

Dicen que Marcio se fue con esa zorra y regresó dos días después.

En el caserío, toda la gente habla del bochinche famoso. Marina se carcajea cuando recuerda esos dos días, los cuenta sin tapujos en la pulpería, en las aceras, por donde va pasando:

Es cierto. La vieja jodida me agarró por detrás, me jaló el pelo y me botó. Pero me di el gusto de llevarme al marido. Lo tengo loquito, lo agarré y le hice lo quesa vieja floja jamás le ha hecho ni le hará. Sí loca, bacanalié a como me gusta, en buenos restaurantes. Bailamos en una discoteca nueva que acaban de abrir en Estelí.... ¡búfalo! Me llevó a un hotel con pixcina... vieras que pijuda. Ese jodido, cuando llegamos en la noche, ya en la madrugada... ese jodido... vos sabés... con sus vergazos... quería que lo hiciéramos en el agua. ¡Jueputa! Yo tenía ganas... vos sabés como en las películas... diacachimba. Pero me chivié, aunque sólo estaba un mesero, allá en el bar. Pero Marcio va de neciar que nos bañáramos: El en calzoncillo y yo en bikini y brasier.

Cuando la Marina da la vuelta, las mujeres siguen conversando: yo no le creo a esa jodida que Marcio no se  la haya cogido en el agua... ja ja ja la ber puesto como patito... ja ja ja.

Nota: Del inédito libro “La Venganza del cuecho” (Matagalpa).

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