miércoles, 20 de abril de 2016

Adiós a nuestro amigo Manuel Agustín Mendoza Tórrez

El periodista deportivo y noticioso, narrador y comentarista, Manuel Agustín Mendoza Villalta (a quien cariñosamente le dicen El Niño desde que el narrador cubano Felo Ramírez así lo llamaba en los años sesenta cuando la liga de beisbol profesional en Nicaragua) es el padre de Manuel Agustín Mendoza Tórrez, quien fallece el domingo 10 de abril del 2016.

Manuel Agustín, hijo, fue combatiente durante la insurrección contra Somoza, siendo chavalo como miles. En largas jornadas con un reducido grupo de amigos, entre los cuales me incluyo, compartía, una y otra vez, sus vivencias guerrilleras y las posteriores, en los años ochenta, cuando fue de las tropas especiales, con el grado de Teniente Primero. “Mordía el leño”, como le gustaba decir, respaldado por su padre y su madre, doña Carmen, colaboradores históricos del FSLN, en cuya casa protegían a dirigente clandestinos. 

También conversaba acerca de su profesión, como licenciado en contabilidad insistiendo en la calidad y exactitud de su trabajo cuando lo contrataban para realizar auditorías, en los valores éticos, y las exigencias hacia sí mismo aplicando la metodología apropiada para que aprendieran sus alumnos del Instituto Técnico para la Administración y Economía (INTAE) en Matagalpa.

Manuel era de oralidad incansable, entusiasta, anecdótica, épica, en relación a sus andanzas y principios sandinistas, esos que firme mantuvo o lo sostuvieron firme, y resaltaba desprecio al oportunismo, la corrupción, exaltando la dignidad, honradez, capacidad, y sobre todo humildad.

Pero su máxima expresión elevaba, orgulloso, satisfecho, refiriéndose a su única hija, Jenny Mendoza Jiménez, ahora estudiante de último año de medicina (a quien crió orientándola que en su labor profesional sirviera a los pobres y jamás se volviese engreída o insensible) “aunque hemos pasado días duros y me he endeudado mi hija ha respondido, es una chavala excelente”, me contaba alegre de esa niña que conocí en brazos, “mire Sergio… usted ahora no la conoce cómo está de grande”.

“Cuando mi hija se gradúe usted se puede enfermar”, me decía dándome esperanza con una suave palmada en el hombro, conociendo mi terror a caer en cama, ser internado en un hospital y me perforen con agujas, sabido de mi decisión de aplicar eutanasia antes del sufrimiento.

Ese domingo, cuando su padre llama por teléfono para darnos la peor noticia que ha divulgado, el cuarteto de amigos nos estremecemos, estamos en la misma mesa que decenas de veces compartimos contentos con Manuel, él siempre complacía a su padre, “y los amigos de mi father son mis amigos” expresaba gozoso libando frío.

Sus amigos nos quedamos con nuestro veterano comunicador, con El Niño, prodigándole el afecto cotidiano, de eso estaba seguro Manuel, que El Viejo no quedaría sólo, aunque su hijo es insustituible, estamos sus inseparables, con centenas de matagalpinos que lo conocen y aprecian, y fundamentalmente su familia con doña Carmen quien pone el orden como lo ha hecho más de cincuenta años en compañía de su esposo que la atiende.

Miércoles 20 abril 2016


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