sábado, 7 de mayo de 2016

Unidad con el pueblo

Quienes deben unirse son las personas honestas y valientes, otra vez.

Augusto C. Sandino y Carlos Fonseca rompieron con la clase política tradicional, de la cual son herederos muchos de los actuales, no sólo sanguíneo también por ideología.

Es difícil mantenerse sano unido a cómplices de las históricas desgracias del pueblo. Y no me vengan con el discruso bíblico de la primera piedra y los libres de pecado.

Humanos cometemos errores, los hay graves, delincuenciales, y leves, morales, aun con la moralidad cuestionada por diversos conceptos certeros o errados.

Presos deben estar quienes usan las leyes en su beneficio y empobrecen y condenan al pobre, al ciudadano que los adversa o a quien delinque con nimiedades para subsistir, los famosos “roba gallinas”.

Las cárceles atiborradas de pobres, vende tilas de marihuana o pericas de cocaína, cleptómanos, semianalfabetos, nutriéndose en sus desgracias tras barrotes de donde brotan con superior rencor y maldad. El grito es: las cárceles están llenas. El sistema no funciona.

Sin embargo, ladrón luciendo elegante goza prestigio, adulaciones, exaltado en diversos medios de comunicación. Perdonándole sus pecadillos, sus raterías.

La política de unidad acertada es con el pueblo, nada más. Las cúpulas, evocadoras de imagen de altura, exquisitez, no causan impacto, al menos no el pretendido en estas circunstancias. Es la visión vivencial desde arriba la que debe cambiarse.

Tampoco desligitimo cualquier acción contra la injustica del régimen, he visto muchas, pero no hemos logrado la transformación esencial para reducir la inequidad y crecer conceptualmente hacia la justicia social.

Estoy convencido, lo primordial es vivir en el territorio, entre la mayoría de la gente. Ahí, en este instante, se construye la democracia, el estado de derecho, se junta la conciencia social.

Nuestra experiencia en el Centro de Comunicación y Estudios Sociales (CESOS), con nombre rinbombante y pretensioso, pero con siglas claras y autofinanciado, demuestra que cuando los de abajo proclaman, se unen, y manifiestan en la calle, obtienen resultados. Y si no los obtienen, la indignación aumenta. No hay variantes con la ruta de Sandino y Fonseca. Nada novedoso descubrimos.

Es momento de abandonar salones protocolarios, por muy cómodos que resulten, con aromas y bocadillos. El pueblo no busca caudillos, sino unión con líderes que ahí están, pero sin suficientes recursos económicos y cognoscitivos, para convertirse en voceros de sus ideas y demandas.

No sólo los políticos honestos deben girar hacia abajo, también los medios de comunicación, el periodismo libre no debe congeniar con el sistema ni el periodista debe ser reproductor de conceptos y actos que fortalecen la cultura tradicional miserable.


Domingo 7 mayo 2016

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