Esta madrugada al leer la
noticia padecí tristeza, muchas personas sentimos el vacío pero lo llenaré releyendo
sus obras literarias y recordando sus atributos humanos. No olvido, por
ejemplo, cuando en 1991 llego a su oficina de Decana de Humanidades, en la UCA.
Idiay qué andas haciendo, -me
dice sonriendo- saliste de la montaña por fin. Le cuento que una amiga de la
montaña desea estudiar sociología, pero no había podido viajar a Managua a
tiempo para matricularse y necesita además una beca. Vidaluz la atendió y
resolvió, con esa gentileza y comprensión que disfrutamos de ella.
Sergio, acordate que soy
matagalpina, me escribió en el 2012. Entonces el Grupo de Intelectuales de
Matagalpa la invitó para que con sus palabras cerrara el IV Encuentro de
Escritores del Norte, dedicado a Marcos Altamirano Escobar. Al año siguiente también
estuvo leyendo poesía. Después ya no pudo venir y enviaba mensaje lamentando su
ausencia.
Las veces que me la encontré,
desde los años ochenta, en actividades culturales, aunque pasaban meses sin
vernos, porque no asisto regularmente a Managua, estaba su sonrisa, su
amabilidad, esa sensación de paz y calidad que me impregnaba.
Ella tenía pensado venir a Matagalpa
y presentar su libro memoria Balada para Adelina; lo haremos, pues la vivencia
de Vidaluz en esta ciudad es de gratos recuerdos para una buena cantidad de residentes.
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