SANDINISMO IDOLATRADO Y DESPRECIADO

Bandera roja y negro del FSLN y la de Nicaragua.

Quienes se autodenominan sandinistas son realidad desde hace casi un siglo en Nicaragua. Sustentan proclamas antimperialistas, nacionalistas, justicieras, sangrientas, propios de esta sociedad de gladiadores, veneradores de epopeyas y personajes, alimentados por mitología y superstición.

 El jueves se cumplieron 94 años del primer Manifiesto de Augusto C. Sandino firmado en Mineral de San Albino, Nueva Segovia, Nicaragua, C. A., Julio 1 de 1927. Las tropas de Estados Unidos invadieron desde 1912, aclamadas por un sector político oligárquico.

 “El hombre que de su patria no exige un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído, y no sólo ser oído sino también creído.” “Soy nicaragüense y me siento orgulloso de que en mis venas circule, más que cualquiera, la sangre india americana…” “… mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos…”.

 Esas que leyeron son algunas de las expresiones de aquel documento contra la intervención de marines yanquis, denunciando la complicidad de los partidos liberal y conservador, anunciando su resistencia armada hasta expulsar al invasor.

 Sandino era un peligro político para sus oponentes, un caudillo al frente de columnas de rebeldes nativos del norte y el caribe, mesiánico pregonaba fortalecer a indígenas obreros y campesinos, eliminar el sistema capitalista explotador. Eran feroces luchadores selváticos, por tanto, cometieron atrocidades.

 Desde entonces Sandino y sus seguidores han sido repudiados o vitoreados. Al final de aquella proclama se lee: Patria y Libertad. Ese lema que aún aspira la mayoría de la sociedad en este país de prisioneros, exiliados, y muertos.

 El pensamiento y lucha de ese caudillo asesinado en 1934 es retomado en 1958 por el general Ramón Raudales (EDSN) quien organiza columna guerrillera para combatir a Guardia Nacional; en 1959 un pequeño contingente subversivo es disuelto a balazos en El Chaparral, Honduras, antes de que ingresaran armados a Nicaragua.

 Luego de varias derrotas militares y militantes muertos o presos, el Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1969 publica su Programa Histórico, reivindicando los derechos de las clases oprimidas, prometiendo que de vencer habrá justicia y libertad, honestidad y eficiencia, el fin del sistema dictatorial.

 Sin embargo, 42 años transcurren desde la victoria militar frente a la dictadura y dinastía de la familia Somoza, y el sandinismo no ha logrado ser aceptado por la mayoría de la sociedad. Desafortunado es que no se encuentran en el nivel de reconocerse y se molestan o enfurecen con quien ve distinto el panorama.

 Es cierto, existen nicaragüenses que empuñan las armas para defender al FSLN, capaces de matar o morir por sus ideas y líderes, pero también es innegable que otros aborrecen todo lo que sea afín al partido gobernante belicoso. Es insoportable esa repetida historia de balas y mazmorras.

 La única manera de medir la aceptación o rechazo, de unos y otros, sería elecciones honestas, las cuales no han sido posible desde 1990 luego de finalizada la guerra. En las circunstancias actuales sin garantías para votaciones de noviembre no sabremos la verdad aun con asistir a las urnas.

 Ideal sería que culmine y sea la última tragedia que viva la sociedad nicaragüense, saliendo del embudo habrá la posibilidad de construir relaciones justas, también difícil, pero posible con ciudadanos incorruptibles, pacíficos, pensantes, propositivos, correctivos.

 Lunes 5 julio 2021

 

Nota: La fotografía tomé al patio frontal de la delegación ministerial Marena, Matagalpa, desde unos cincuenta metros al oeste, en 2010. Ni con las fotos hago trucos.