Algunas personas afirman que Nicaragua vive este nuevo caos, con presos
políticos y asesinados y exiliados, por ser un pleito de poder entre
sandinistas, de los aliados con el solidario imperio ruso contra los agentes
del injerencista yanqui.
No solamente existe conflicto entre orteguistas, ex sandinistas,
sandinistas no danielistas, también en otras corrientes del pensamiento
partidario nicaragüense, deviniendo en personas y familias enemistadas, y
cantidad de hastío debido a ese método de la política: Caudillismo corrupción
servilismo.
Un sector ilustrado de la sociedad le otorga valía a estas contradicciones entre antiguos guerrilleros y noveles descendientes de personeros de aquellos episodios, cuando el concepto militar actuaba encima de la razón cívica.
Murieron antisomocistas, desde el segundo tercio del siglo
pasado hasta la actualidad, convencidos de que su lucha bien lo merecía, muchos
de ellos seguidores de Augusto C. Sandino.
Somocistas perecieron por ser fieles a la familia dinástica de aquel
entonces, miles prisioneros, luego amnistiados los que sobrevivieron, y otros
tantos exiliados nicas que jamás han regresado al país.
Han sido tiempos de errados o fanáticos, idealistas o bandidos, focales o convencionales, terroristas o mesiánicos, mezclas en nuestra cultura nativa con las influencias extranjeras. Batallas como referentes de identidad nacional, elogios al heroísmo de asesinar.
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Carlos Fonseca. (Foto: Sergio Simpson) |
Los integrantes de grupos armados, en las múltiples guerras nacionales,
han concebido la cacería humana la mejor acción para tomar el poder y crezca su
vida social gozando dinero abundante. Unos logran acumular patrimonio boyante y
otros, nada más, desilusiones y miserias.
Eso es historia de la imposición bélica del mando clasista, de abolengos
y realezas, charreteras y pillajes, y falsedades para esconder sus ansiedades
de superioridad inventando alcurnia y proezas, viniendo de ser nadie y jamás
dejarlo atrás.
Jóvenes que finalizando los años mil novecientos cincuenta se llamaron
sandinistas, agrupados para afirmar que preferían morir a vivir bajo dictadura,
y empuñaron las armas para vencer a la casta militar dinástica.
Proclamaban honestidad en la administración de bienes públicos, abolir
la reelección presidencial, educar apartidistas fuerzas armadas, cumplir y promover
respeto a derechos ciudadanos, proteger y alentar libertad de prensa y opinión,
entre otras promesas de futuro.
Unos sandinistas han quedado con algunas premisas del Programa Histórico del FSLN (1969). En cambio, dicen otros, quienes gobiernan se han “modernizado” aplicando fórmulas del mercado internacional, pero no han variado el pensamiento poscolonial estalinista de la izquierda latinoamericana.
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Los sandinistas se enfrentan y es comprensible. Se acusan de traidores, cada quien conoce las capacidades y concepciones del otro, las proezas y desgracias, lo bien y mal actuado; en este país, en este pueblón Nicaragua, se sabe quién es quién. Unos están inconformes, molestos, con ganas de matar a otros, y los otros públicamente dicen no a la violencia, no a la guerra.
Activos en las luchas armadas cuando jóvenes, ahora visualizan el
civismo, la constitución política, el Estado de derecho, diálogo, democracia
participativa. Nada de balas, sino conocimiento para argumentar, especialidad
para administrar, maestría proponiendo, habilidad honesta.
Es, también, una contienda entre sandinistas la que sucede en Nicaragua,
por eso son prisioneros antiguos guerrilleros con méritos extraordinarios, más
que los del presidente y su esposa según las reseñas de vida publicadas como
parte del dime que te diré.
Entre sandinistas pugnan, unos argumentan evolucionar hacia la
democracia y otros mantenerse idólatras fieles a la familia presidencial, el
fin justifica los medios, sin posibilidades de considerar la ética.
Varios dicen: Es un avance que no todos los sandinistas hayan
seguido a Daniel, sino estaríamos de nuevo en guerra de guerrillas como si el
tiempo no transcurriera. La misma historia sangrienta, dolorosa que padecemos.
Al final de estos ciclos nicas, la represión no es la vencedora
porque ahora ni nunca ha sido la vía. En esta sociedad dislocada, exponen los
discrepantes con Ortega, podrían ser más relevantes los actos del presente de
quienes antes se equivocaron, porque se dieron cuenta, rectificaron, y se colocaron
a la cabeza de las transformaciones.
Indudablemente, hace años inició el rompimiento político
irreversible entre ex compañeros de armas, y con hechos de actualidad recuerdo
haber leído la orden que Carlos Fonseca revocó cuando el FSLN condenó a muerte
a Daniel Ortega.
Para que no se mataran entre sí los guerrilleros fue que Carlos
Fonseca ingresó a Nicaragua (1976) y se internó en las montañas del norte,
durante invierno, buscando la paz entre ellos, la unidad en la lucha contra la
dictadura.
Además, no sólo es el conflicto conceptual ese, deben superarse
las contradicciones de la mayoría de nicaragüenses y erradicar cultura
confrontativa, unificar emociones aun con el fastidio producto del arcaico
sistema castrense y dinástico.
Lunes 14 junio 2021
gracias Sergio por explicar lo que sucedió y está sucediendo en tu país.
ResponderEliminarAbrzos
Abrazos, Gregorio.
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