Quién sabe
Quién sabe si esta vida,
no es más que el sueño de un ángel.
Que al morir quizás un día,
despierte extrañando al mundo.
No por vivir cosmopolitamente,
sino por negar la delicia de llamarme
humano.
Tú eres
Tú eres un remedo de lo que quise un día,
una blanca sombra entre mis anhelos.
No lo que quiero,
pero sí un poco de lo que necesito.
Un pedazo de utopía recalcitrante entre mis
sueños vacíos.
Agua que da sed.
Verso que no rima.
Pero a pesar de todo, eres mejor que la
chica de mis sueños… porque ¡Tú eres real!
Quién sabe si esta vida,
no es más que el sueño de un ángel.
Que al morir quizás un día,
despierte extrañando al mundo.
No por vivir cosmopolitamente,
sino por negar la delicia de llamarme
humano.
Tú eres
Tú eres un remedo de lo que quise un día,
una blanca sombra entre mis anhelos.
No lo que quiero,
pero sí un poco de lo que necesito.
Un pedazo de utopía recalcitrante entre mis
sueños vacíos.
Agua que da sed.
Verso que no rima.
Pero a pesar de todo, eres mejor que la
chica de mis sueños… porque ¡Tú eres real!
Serbastidabín
Esta es una historia como cualquier otra, que en sus inicios comienza con amor, y pronto y sin darse cuenta termina con llanto. Cuentan que Serbastidabín era un ingenuo enamorado de Ego, una joven inquisidora de amores tortuosos. Ego presumía que podía leer la mente de Serbas. Pasó que un día Ego le dijo: Serbas, Yo sé lo que estás pensando. Y éste respondió: Es cierto, te amo. Luego, al pasar unos días y sin que Serbastidabín pudiera haber inventado una estrategia para que Ego lo amara también, decidió sentarse al pié de su balcón. Día tras día, noche tras noche, y el tonto enamorado seguía siempre a los pies del balcón de su amada. Ella de vez en cuando lo miraba con desdén, pregonando en tono burlesco: Serbas, yo sé lo que estás pensando, mientras éste a sí mismo se decía: lo sé, sabes que te amo.
Luego de tres días con sus noches, Serbas, agotado tras la inútil espera, viendo nubosamente las siluetas de su entorno, miró entre la niebla de la madrugada el rostro de su amada. Ego al verlo ahí postrado a sus pies le dijo con jactancia: Serbas, yo sé lo que estás pensando. Serbas, como el más pusilánime de los enamorados le respondió: No, no lo sabes. Ego se quedó sorprendida ante tal respuesta, tanto así que inmediato preguntó: ¿En qué piensas entonces? Serbastibadín le contestó: Por primera vez desde que te conocí… pienso en mí. Después de ver cómo no te importaron las estupideces de mi extravío, no me queda más que decirte que personas como tú, no merecen que alguien como yo las ame. Después de escuchar las lacerantes palabras de Serbas, Ego lloró amargamente el desamor de su no tan tonto y ahora despabilado pretendiente. Y desde entonces el amor y el ego no se llevan.
*Novel escritor matagalpino.
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