· Finca es diversificada, orgánica.
· Ha salido adelante con 10 hijos.
· Nunca ha quedado mal con crédito.
Las seis de la mañana la encuentra ordeñando vacas. Termina y va a darle
de comer a los cerdos. Luego ella desayuna. Después se dirige a limpiar la
galera “para que esté seca cuando vengan a dormir los terneros”. Por la tarde
retorna a darle comida a los cerdos. Lava su ropa y resuelve asuntos de la
casa, de la familia, nada sencillos. “Cuando toca inyecto a los animales...
otras veces tengo que partear una
vaca... una cerda.”
Cincuenta y cuatro años es la edad de Paula Zeledón. “Aquí nací. Este
pedazo de tierra es parte de la propiedad de mi papá” de 80 manzanas. En esa
zona se crió en una familia de 8 hermanos, 3 hombres y 5 mujeres, al otro lado
del río Guapotal, Pancasán. Creció cortando café y arrancando frijoles junto su
madre. A la edad de nueve años ordeña vacas.
“Nosotros no estudiábamos, sólo trabajando nos manteníamos... arriando
terneros... ahora no arreo pero ordeño... de aquí a unos años ya no voy a ir...
me siento agotada.” Expresa Paula, serena, en el inicio de nuestra entrevista,
apenados nosotros porque la habíamos ido a sacar de la galera, donde estaba
limpiando y además le quitaríamos un poco más de dos horas.
El papá le enseñó a leer y escribir, sin embargo hasta cumplir los 15
años fue a la escuela en San José de las Mulas “me iba en bestia... me fui a
quedar donde un hermano... yo soy una de las cumiches.” Se casó un mes antes de
cumplir 18 años, en diciembre de 1967 y no siguió en clase.
“Todos nos casamos... no es como las otras que se iban... -agrega
burlona- o se las robaban. Tenía varios enamorados... pero yo escogí el que
quise. Nosotros hacíamos caso a los papás, y éramos religiosos... teníamos que
cumplir con papás y con dios.” Se casaron en Matagalpa, “yo casi ni conocía,
pero salimos en caballo muy de mañana y en la tarde llegamos al Tuma, de allí
cogimos la camioneta de pasajeros, al día siguiente me casé en la Catedral.”
Comenzó de cero, sin propiedad
El matrimonio se traslada a una finca propiedad del suegro de ella.
“Doscientas manzanas tenía el señor”. El marido sembraba maíz... ella criaba
gallinas “el se iba al campo a machetear, yo le hacía la comida y se la
llevaba”. Un día el suegro deja una vaca “para que se la cuidemos... entonces
tomamos leche y hago cuajada”. Después el suegro “dejó cinco vacas y yo cuidaba
los terneros”.
“Mi suegro me dio una ternera que tenía problemas en las patas “andaba
así toda abierta... y yo la cargaba para que mamara... la salvé” por eso se la
regaló. Otro día “una vaca está con la matriz de fuera, entonces yo agarré a la
ternera mota... la cuidé y se la regaló a la chavala mía.” Su marido alquiló
mil córdobas “y nos dedicamos a comprar cerdos para irlos a vender”. Paula
recuerda muy bien un percance “al hombre que lleva el cerdo se le ahoga por
jalarle duro el mecate... como pude le saqué la manteca y no perdí mucho.”
Ocho años transcurrió en esa finca. “Cuando vine aquí ya tenía cuatro
chavalos. Esta finca valía 15 mil, son 21 manzanas. Entonces los amigos de mi
marido le dijeron: te damos 10 mil pesos y luego sacás un préstamo en el banco”
y como se habían dedicado a la venta de cerdo, la cosecha de frijoles y maíz “y
vendimos un ternero que le dio el papá a él”, construyeron la casa.
“Era pelado... porque sembraban maíz... era quemado todo... destazamos
cerdo para vender a la finca vecina, sacamos préstamo para sembrar café, yo me
iba con los chavalos a llenar bolsas, contratamos a unos hoyeros y sembramos
cuatro manzanas... cuando el café de nosotros estaba chiquito me iba a cortar
café a otra hacienda para ganar algo.”
Mi marido no creía en las vacas
Con la cosecha de café, la
siembra de granos básico, el comercio de carne “nos vamos ayudando, pero cuando
le hacen la guerra a Daniel mi marido se va de reservista... en ese tiempo me
mandaba mil pesos... y yo agarraba riales de las gallinas, de la cuajada...
como ocho meses estuvo en Puerto Cabezas” y después en la UNAG... en la guerra
“es que era político” explica Paula para agregar “y yo sufría sola con los
chavalos.”
En los años 90 el marido de Paula obtiene 30 manzanas de tierra, 6 de
café y el resto potrero. “Yo siempre cocinando y cuidando a los mozos.” Después
su marido compró más tierra y llegaron a producir 900 quintales de café. “Pero
él no me ayudaba con las vacas... no creía en las vacas.” Aunque años después
las vacas de Paula contribuyeron a que el marido saldara una deuda financiera
considerable.
Paula entonces, en 1992 decide ir a las charlas de un ONG, donde
explican “cómo cuidar cerdos, las vacas, las enfermedades, atender parto y fue
cuando hubo la necesidad de formar la Asociación de Ganaderos de Pancasán...
embarazada iba a las reuniones... buscaba quien me cuidara en la casa.”
La eligen Secretaria de la junta directiva de la organización “a mi casi
no me gustaban los cargos, pero no me quise quedar afuera” dice Paula quien
reconoce que es puntual y activa “pero no soy preparada.” Consigue crédito de 8
mil córdobas pagaderos en tres años y cuota trimestral, compra dos vacas.
Saco 70 litros de leche diario
Mientras su
marido se dedicaba al café “yo me ponía a desparasitar, ordeñar” y así fue
comprando y vendiendo, creciendo el hato “por todo ahora tengo 30 vacas y 20
terneros, saco 70 litros diario... y lo vendemos a tres veinticinco el litro...
ahora me siento más mejor porque le doy a mis hijos”, que han sido trabajadores y estudiosos, pues
los mandaron a estudiar a Matagalpa “una no se bachilleró porque no quiso”, son
diez en total, “ocho que tuve y dos que adopté.” Algunos viven en Matagalpa.
Su propiedad produce café, granos básico, ganado, fruta, canela,
pimienta negra, banano, aguacate, pejibaye, coco, huevos. Es manejada sin
químicos “hasta mi marido se convenció de no quemar y que el café orgánico es
más rentable.”
Sus logros han radicado en la diferencia con otra gente “que no le pone
mente... no pone de su parte, mire nosotros nunca hemos quedado mal con los
créditos... no dejo de pagar... tenemos de qué pasar... nadie me obliga a
trabajarle a otro.”
Julio 2006, Matagalpa
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