A las seis
de la tarde, del siete de julio, la caminata de matagalpas que recorrió pacíficamente
el norte de la ciudad retornaba a catedral, de donde salió, cuando anunciaron “atacan
los tranques” en la zona sur, por el estadio de beisbol y el puente salida a
Managua.
Un grupo de
chavalos con morteros y motorizados se movilizan rápido a reforzar la
resistencia. Son jóvenes, noveles en lucha urbana, pero dispuestos a enfrentar
la represión de un régimen que ha herido de bala a cientos de personas.
Quienes idolatran
a los Ortega Murillo o son empleados del estado, exhortan la captura, golpiza,
y matanza de aquellos que reclaman justicia, libertad, y democracia, en un país
donde impera corrupción y represión.
Las
personas opositoras temen, es probable que les disparen con armas de guerra,
golpeen, capturen y torturen. Sin embargo, esa tarde salieron a las calles, a demandar
la renuncia de Ortega, la liberación de cinco jóvenes de Matagalpa, prisioneros
políticos, enjuiciados por hipotético “crimen organizado” debido a que son
líderes del movimiento estudiantil universitario en protesta.
Jóvenes,
cansados de oponerse con piedras, huleras, molotov, y morteros, opinan armarse,
para enfrentar “taco a taco” a la policía y paramilitares. Sus ancestros,
excombatientes guerrilleros, les han contado que así sacaron del país al otro
dictador, porque la mayoría del pueblo se unió contra la guardia y su
comandante.
Otros
jóvenes y adultos opinan que deben continuar la sublevación cívica, romper el
ciclo recurrente de guerras civiles que más bien destruye económica, educativa,
y humanamente a la sociedad y al país, como está demostrado.
Pero Daniel
Ortega que habló esa tarde, en Managua, no ha podido superar su discurso bélico
y dictatorial que lo caracteriza desde los años ochenta del siglo pasado. Se
enfrentan nuevamente entre nicaragüenses, con más de trescientos muertos en
menos de tres meses.
La noche
del sábado en Matagalpa, fue una muestra más del carácter militar del régimen,
en respuesta a la marcha cívica, dispararon tiro a tiro, en ráfaga, armas de
guerra, en los cuatro puntos cardinales de la ciudad.
Desde las
seis de la tarde a las seis de la mañana del domingo, los habitantes atemorizados,
emiten mensajes de texto y de voz y videos por las redes sociales, llaman por
teléfono a familiares y amigos, en la ciudad, en Nicaragua y el extranjero.
En la
oquedad citadina los lamentos y oraciones se multiplican, y también las
maldiciones. “Ya es mucha la jodedera” hay que “volarle verga a esos hijueputas”
dicen unos y otros entusiasmados con matar.
En el
departamento Matagalpa calculan unos cinco muertos y más de veinte heridos,
desde abril. Pero, la mayoría no quiere balas, sino justicia, libertad, y
democracia. No quiere guerra, pero tampoco “poner el lomo todo el tiempo”.
Mientras la
sinfonía aterradora suena, recomiendan acostarse en el piso, alejarse de
puertas y ventanas, irse al fondo de la casa, cientos de mensajes de voz y
videos con lágrimas y rezos, que se comparten entre miles.
“Están
disparando…. dios mío… aquí cerquita… frente a mi casa” “Ay dios mío… la virgen
santísima nos proteja con su manto” “La Sangre de Cristo” “Señor protege a mi
pueblo” “Están atacando la alcaldía” “Es en el departamental del Frente, de ahí
salen las motos y Hilux”.
Tener a
mano agua y bicarbonato por si disparan gases, la manguera conectada por si
llegan a quemarle la casa, sonar las cazuelas cuando paramilitares y policías
entren al barrio, llamar al obispo y sacerdotes.
“Ah, es que
un tal Lalo Soza es el que les dispara a los chavalos, vive frente al estadio,
lo siguieron y lo tienen acorralado… dicen que es paramilitar”. “En el zonal
del Frente llegaron a atacar y mataron a un compañero” - anuncian afines al
gobierno.
La tensión
por las detonaciones, más las acusaciones y amenazas, crean un escenario
tétrico durante la noche a veintidós grados centígrado, en una ciudad de cien
mil habitantes, con centenas de exiliados fuera de Matagalpa.
Denuncian
disparos en Guanuca, Yaguare, Palo Alto, El Tule, El Progreso, El Cementerio,
Calle 8, El Tambor, La Calle Central, Parque Rubén Darío, Molagüina. No fui a
confirmar, no me atreví a salir caminando solo para llegar a los barrios.
Hasta el
domingo por la mañana recorrí la Avenida José Dolores Estrada, y no vi balazos
en las paredes. Verifiqué que no hubo ataque de autoconvocados al edificio de
la alcaldía, en la zona central.
Durante la
noche, escuchando de lejos, no identifiqué fuego cruzado sino balacera, y
deduje que para acobardar a los adversarios y recordarles que los del FSLN son
quienes mandan en Matagalpa.
Martes 10
julio 2018 – 9:23 a.m.
No hay comentarios:
Publicar un comentario