Daniel Ortega y Rosario Murillo son los máximos responsables
de la vida y la muerte de quienes protestan y quienes los defienden, de la paz
y la guerra en esta sociedad. Sobre ellos reposa la muerte de más de 100
ciudadanos, casi mil heridos, y cientos de prisioneros políticos, torturados, y
desaparecidos, en lo recientes días.
Ese matrimonio gobernante jamás ha permitido los derechos
civiles, quien muestra inconformidad o los critica para que corrijan son
declarados “enemigos, pagados por el imperialismo y la derecha”, aun cuando
sean partidarios del FSLN.
No son capaces de gobernar buscando armonía entre la
sociedad, no han facilitado cambio cultural de tradiciones insurrecciones
políticas para construir democracia, irrespetan los derechos ciudadanos para
disentir y reclamar ante los vejámenes, abusos, y corrupciones de funcionarios
públicos.
Con las emociones exaltadas debido a la carnicería, Nicaragua
se encuentra en el caos, falsedades, ofensas y calumnias afloran en medios de
comunicación, redes sociales y calles, la poca ética profesional y social se ha
perdido, quienes gobiernan marcan la pauta con su lenguaje calificando y
denigrando.
Doña Rosario Murillo de Ortega es igual que su marido, emite
ofensas, miente, despotrica contra opositores, todos los días en sus monólogos
transmitidos en la cadena de medios de comunicación de su propiedad y afines
les ha dicho “vandálicos, satánicos, delincuentes, minúsculos, mentirosos” y
más epítetos que no contribuyen a la paz.
El matrimonio presidencial, más bien, es promotor de
corrupción moral y económica, clientelismo político, compra de lealtades, y
creación de grupos de choque y paramilitares, que en los últimos cincuenta días
de horror en el país han actuado al lado de la policía.
En medio de los enfrentamientos callejeros, surgen grupos
delincuentes apoyando a la gobierna, y también personas desempleadas o
violentas que en la revuelta buscan obtener beneficio para subsistir.
Estamos en peligro de ir nuevamente hacia la guerra.
3 junio 2018
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